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el-cuaderno-dorado_dorislessing

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de al lado, sentarse y... No terminó la reflexión, porque la mente se le ocupó con la<br />

imagen de un pozo seco que se llenaba lentamente de agua. «Sí, esto es lo que me<br />

pasa: estoy seca, vacía. Debo tocar una fuente en alguna parte; de lo contrario...»<br />

Abrió la puerta d<strong>el</strong> cuarto grande y allí, negra, a contraluz frente a la ventana,<br />

había una gran forma femenina que tenía algo amenazador. Anna preguntó,<br />

secamente:<br />

—¿Quién es<br />

Inmediatamente accionó <strong>el</strong> interruptor de la luz, de modo que la figura<br />

cobró forma y personalidad al iluminarse.<br />

—¡Dios mío, Marion!, ¿eres tú<br />

Anna parecía enfadada; estaba azorada por la equivocación cometida.<br />

Observó de cerca a Marion, pues durante los años de trato le había parecido una<br />

figura que daba pena, pero nunca que amenazara. Y mientras lo hacía se pudo ver<br />

a sí misma realizando todo <strong>el</strong> proceso que, le parecía, tenía que seguir cientos de<br />

veces al día: erguirse, endurecerse, ponerse en guardia. Pero se sentía tan<br />

cansada, debido a que «<strong>el</strong> pozo estaba vacío», que alertó su cerebro como una<br />

maquinita crítica y seca. Podía, incluso, sentir <strong>el</strong> funcionamiento de su int<strong>el</strong>igencia,<br />

operando a la defensiva y con eficacia, como una máquina. Y pensó: «La<br />

int<strong>el</strong>igencia es la única barrera entre yo y... —Hizo una pausa, aunque esta vez<br />

sabía cómo terminar la frase—: Entre yo y la locura. Sí».<br />

Marión dijo:<br />

—Lamento haberte dado un susto, pero fui arriba y oí a tu joven leyéndole<br />

algo a Janet, y no quise molestarles. Luego, aquí, he pensado que se estaba bien a<br />

oscuras...<br />

Anna oyó las palabras «tu joven», que reflejaban una modestia ingenua,<br />

como si procedieran de una matrona de salón dedicándole cumplidos a una joven, y<br />

pensó que los cinco primeros minutos después de encontrarse con Marión siempre<br />

tenían algo de discordante. Luego se acordó d<strong>el</strong> ambiente en que Marion se crió y le<br />

dijo:<br />

—Perdona si he parecido enfadada. Estoy cansada. Me ha pillado la hora<br />

punta...<br />

Se puso a correr las cortinas y a restaurar en la habitación la severidad<br />

tranquila que necesitaba para <strong>el</strong>la.<br />

—¡Pero, Anna, estás tan mal acostumbrada! La gente común como nosotros<br />

la vivimos cada día...<br />

Anna le lanzó una mirada atónita: <strong>el</strong>la, Marion, que jamás había tenido que<br />

enfrentarse con algo tan común como las aglomeraciones de las horas punta, ahora<br />

le hablaba en aqu<strong>el</strong> tono. Miró su cara, inocente, con los ojos brillantes, llena de<br />

entusiasmo, y le dijo:<br />

—Necesito beber una copa. ¿Quieres<br />

Le ofreció una copa a Marion con la sincera naturalidad de siempre, cuando<br />

ésta ya decía:<br />

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