09.02.2015 Views

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

—Podría darte cien razones por las que no lo hago, podría hablar horas y<br />

horas sobre <strong>el</strong> tema, pero la razón auténtica es que sufro de una parálisis como<br />

escritora. No hay más. Es la primera vez que lo he admitido.<br />

—Tal vez sea eso —dijo ladeando la cabeza, con una sonrisa cariñosa. Me di<br />

cuenta d<strong>el</strong> afecto y me sentí bien. Luego, al devolverle la sonrisa, cortó la suya,<br />

puso una cara hosca y dijo con vigor—: En fin; saber que le das vu<strong>el</strong>tas a tantas<br />

palabras, me pone loco.<br />

—Cualquiera podría decirnos que dos escritores no debieran estar juntos. O,<br />

más bien, que un americano ambicioso no debiera estar con una mujer que ha<br />

escrito un libro.<br />

—Eso es, se trata de un desafío a mi superioridad sexual, y no es una<br />

broma.<br />

—Ya sé que no. Pero, por favor, no me vengas más con tus solemnes<br />

sermones socialistas acerca de la igualdad entre <strong>el</strong> hombre y la mujer.<br />

—Seguramente te haré sermones solemnes porque me divierte. Pero yo no<br />

voy a creer en <strong>el</strong>los. La verdad es que estoy resentido hacia ti porque has escrito<br />

un libro que ha tenido éxito. Y yo he llegado a la conclusión de que toda la vida he<br />

sido un hipócrita, y que, de hecho, me gustan las sociedades en que las mujeres<br />

tienen ciudadanía de segunda clase. Me gusta ser <strong>el</strong> jefe y que me adulen.<br />

—Bien. Eso es porque, en una sociedad en que ni uno entre diez mil<br />

hombres tiene idea de cómo son las mujeres ciudadanas de segunda, tenemos que<br />

contentarnos con la compañía de hombres que por lo menos no son hipócritas.<br />

—Y ahora que esto ha quedado bien claro, hazme un café, porque en la vida<br />

éste es tu pap<strong>el</strong>.<br />

—Será un placer —y tomamos <strong>el</strong> desayuno de buen humor, agradándonos<br />

mutuamente.<br />

Después d<strong>el</strong> desayuno tomé la bolsa de la compra y caminé por la Earl's<br />

Court Road. Disfruté comprando fruta y comestibles; disfrutaba sabiendo que iba a<br />

cocinar para él, aunque a la vez era triste, porque sabía que no iba a durar. Pensé:<br />

«Pronto se irá y habrá terminado <strong>el</strong> placer de cuidar a un hombre». Estaba ya lista<br />

para volver a casa, pero me quedé en una esquina bajo la llovizna gris, entre los<br />

golpes de paraguas y los empujones de los cuerpos, sin comprender por qué me<br />

había detenido allí. Luego crucé la calle y entré en una pap<strong>el</strong>ería. Me dirigí a un<br />

contador cargado de <strong>cuaderno</strong>s de notas. Los había similares a los cuatro míos,<br />

pero no era lo que quería. Vi uno grande y grueso, bastante caro, y lo abrí. El pap<strong>el</strong><br />

era bueno, consistente y blanco, sin líneas. Era un pap<strong>el</strong> agradable al tacto, un<br />

poco tosco, pero sedoso. Tenía unas tapas pesadas, doradas y mate. Nunca había<br />

visto un <strong>cuaderno</strong> semejante, y le pregunté a la vendedora para qué era, y me dijo<br />

que un cliente americano lo había encargado especialmente, pero que luego no lo<br />

había ido a recoger. Había pagado una cantidad anticipada, de modo que no era tan<br />

caro como yo había supuesto. Así y todo era caro, pero lo quería y me lo llevé a<br />

casa. Me causa placer tocarlo y mirarlo, pero no sé para qué lo quiero.<br />

Saúl vino a la habitación, dando vu<strong>el</strong>tas, como al acecho e inquieto. Cuando<br />

vio <strong>el</strong> <strong>cuaderno</strong> nuevo, se lanzó sobre él.<br />

510

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!