09.02.2015 Views

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

fornicación. Tal vez se los hayan comido los pájaros, que ahora están aguardando a<br />

que nos vayamos para empezar <strong>el</strong> festín. El próximo fin de semana, o <strong>el</strong> otro si nos<br />

lo impide nuestro deber político, cuando volvamos a este d<strong>el</strong>icioso paraje y demos<br />

nuestros comedidos paseos por este camino, quizá veamos a uno o dos de estos<br />

encantadores insectos rojos y verdes retozando por la hierba, y pensemos: ¡qué<br />

bonitos son! Pero no lloraremos por <strong>el</strong> millón de cadáveres que se estarán<br />

hundiendo en <strong>el</strong> lugar de su último reposo, debajo de nuestros pies. Y no menciono<br />

a las mariposas porque a <strong>el</strong>las, puesto que son incomparablemente más b<strong>el</strong>las,<br />

aunque no más útiles, las echaríamos de menos de un modo activo, incluso<br />

asiduamente, si no fuera que estamos más ocupados con nuestras diversiones<br />

habituales y de un carácter más decadente.<br />

Nos preguntábamos qué razón le impulsaba a hurgar en la herida causada<br />

en Maryrose por la muerte de su hermano. Ella sonreía con dolor. Y Jimmy, a quien<br />

atormentaba continuamente <strong>el</strong> miedo a estr<strong>el</strong>larse y morir, tenía la misma sonrisa<br />

amarga de Maryrose.<br />

—Lo que intento demostrarles, camaradas...<br />

—Sabemos muy bien lo que tratas de demostrar —dijo Willi, con brusquedad<br />

y enfadado. Tal vez instantes como ese eran los que le convertían en <strong>el</strong> «padre» d<strong>el</strong><br />

grupo, como Paul decía—. Ya basta —añadió, terminantemente—. Vayamos a por<br />

los pichones.<br />

—No hay necesidad de mencionarlo, es obvio... Si continuamos en esta<br />

actitud irresponsable, <strong>el</strong> past<strong>el</strong> de pichón para nuestro anfitrión Boothby nunca<br />

podrá cocinarse... —observó Paul por último, volviendo a las expresiones<br />

introductorias favoritas de Stalin, con <strong>el</strong> solo fin de dejar claro que Willi no podía<br />

con él.<br />

Seguimos avanzando por <strong>el</strong> camino, entre los saltamontes. Un kilómetro<br />

más ad<strong>el</strong>ante había un pequeño kopje o montón de tambaleantes piedras de<br />

granito, al otro lado d<strong>el</strong> cual, como si de una frontera se tratase, no vimos un solo<br />

saltamontes. Allí no existían. Así de sencillo; eran una especie extinta. En cambio,<br />

las mariposas seguían revoloteando por doquier, como pétalos blancos danzando.<br />

Creo que debía de ser octubre o noviembre. No por los insectos; no sé lo<br />

bastante para identificar por <strong>el</strong>los la época d<strong>el</strong> año, sino por <strong>el</strong> tipo de calor que<br />

hacía. Era un calor absorbente, espléndido, amenazador. Si hubiera sido más tarde,<br />

la estación de las lluvias, por ejemplo, habría habido un sabor de champaña en <strong>el</strong><br />

aire, una premonición d<strong>el</strong> invierno. En cambio, aqu<strong>el</strong> día me acuerdo de que <strong>el</strong> calor<br />

nos golpeaba las mejillas, los brazos y las piernas, filtrándose incluso a través de la<br />

ropa. Sí, claro, tenía que ser a principios de la estación, pues la hierba era corta,<br />

formando matas de un verde claro y penetrante en la arena blanca. De modo que<br />

aqu<strong>el</strong> fin de semana precedía en cuatro o cinco meses al último, que fue<br />

justamente <strong>el</strong> inmediato anterior al fin de semana en que Paul murió. Y <strong>el</strong> camino<br />

por donde nos paseábamos aqu<strong>el</strong>la mañana era <strong>el</strong> mismo que una noche, meses<br />

después, Paul y yo recorreríamos cogidos de la mano y corriendo en medio de la<br />

neblina, hasta caer juntos sobre la hierba mojada. ¿Dónde Tal vez cerca de donde<br />

nos sentamos a disparar contra los pichones para <strong>el</strong> past<strong>el</strong>.<br />

Pasamos <strong>el</strong> pequeño kopje, y apareció ante nosotros otro, más grande. El<br />

espacio que quedaba entre los dos era <strong>el</strong> sitio que la señora Boothby había dicho<br />

frecuentaban los pichones. Fuimos hasta <strong>el</strong> pie d<strong>el</strong> kopje grande en silencio. Me<br />

acuerdo que andábamos silenciosos, con <strong>el</strong> sol abrasándonos las espaldas. Puedo<br />

vernos, cinco jóvenes de pequeña estatura, vestidos de colores chillones,<br />

362

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!