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el-cuaderno-dorado_dorislessing

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callejera frente a las oficinas de la representación en Londres d<strong>el</strong> país en cuestión.<br />

Marión y Tommy habían seguido al grupo, compuesto por estudiantes en su<br />

mayoría. Hubo escaramuzas con la policía. Tommy, que no llevaba bastón blanco ni<br />

signo externo alguno que indicara su condición de ciego, no «circuló» cuando se lo<br />

ordenaron, y fue detenido. Marion, a quien la muchedumbre había separado de él<br />

por unos instantes, se abalanzó sobre <strong>el</strong> policía, chillando histéricamente, y ambos<br />

fueron conducidos a la comisaría junto con otros dos revoltosos. A la mañana<br />

siguiente les pusieron una multa, les soltaron..., pero los periódicos publicaban,<br />

destacada, una historia sobre «la esposa de un conocido financiero de la city». Y<br />

entonces Richard t<strong>el</strong>efoneó a Molly, quien a su vez tuvo ocasión de negarse a<br />

prestarle la menor ayuda:<br />

—Por Marion no levantarías ni un dedo. Estás preocupado porque los<br />

periódicos han encontrado una pista y puede que descubran lo de Jean.<br />

Entonces Richard t<strong>el</strong>efoneó a Anna.<br />

Durante la conversación que mantuvieron, Anna se observó a sí misma de<br />

pie, sosteniendo <strong>el</strong> aparato t<strong>el</strong>efónico, con una sonrisita quebradiza en los labios,<br />

mientras intercambiaba con Richard expresiones de hostilidad. Sentía como si la<br />

obligaran a hacerlo, como si ninguna de las palabras que <strong>el</strong>la o Richard<br />

pronunciaban hubiera podido ser diferente, como si lo que decían fuera una<br />

conversación de maníacos.<br />

Él estaba incoherentemente enojado.<br />

—Es una farsa absoluta, planeada. Lo habéis organizado vosotras, para<br />

vengaros. ¡La independencia africana! ¡Vaya farsa! ¡Una manifestación<br />

espontánea...! Le habéis contagiado <strong>el</strong> virus comunista a Marion, a <strong>el</strong>la, tan<br />

inocente que no reconocería a uno de <strong>el</strong>los aunque lo tuviese d<strong>el</strong>ante. Y todo<br />

porque tú y Molly queréis verme hacer <strong>el</strong> ridículo.<br />

—¡Pues claro que es eso, querido Richard!<br />

—Es vuestra idea de lo que son las bromas. La esposa de un empresario que<br />

se vu<strong>el</strong>ve roja.<br />

—¡Pues claro!<br />

—Bien, ya me ocuparé yo de que os descubran.<br />

Anna pensaba: «La razón por la que todo esto da tanto miedo es que si no<br />

estuviéramos en Inglaterra, la furia de Richard significaría gente perdiendo sus<br />

puestos, yendo a la cárc<strong>el</strong>, siendo fusilada... Aquí es sólo <strong>el</strong> mal humor de un<br />

hombre, aunque refleja algo terrible...Y yo haciendo tranquilamente<br />

intrascendentes comentarios sarcásticos...».<br />

—Mi querido Richard, ni Marion ni Tommy planearon nada. Sencillamente,<br />

siguieron a la muchedumbre.<br />

—¡Siguieron! ¿A quién te crees que intentas engañar<br />

—Casualmente, yo estaba allí. ¿No sabías que las manifestaciones, en la<br />

actualidad, son realmente espontáneas El PC ha perdido toda influencia sobre los<br />

jóvenes, y <strong>el</strong> Partido laborista es demasiado respetable para organizar este tipo de<br />

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