09.02.2015 Views

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

El tigre se levantó y empezó a dar coletazos, girando la cabeza a un lado y a<br />

otro. Ahora olía a miedo. Al oír <strong>el</strong> griterío de las voces de los hombres y de sus pies<br />

que corrían, me arañó <strong>el</strong> brazo con la pata, en un gesto de terror ciego. Vi cómo la<br />

sangre brotaba de mi brazo. El animal saltó d<strong>el</strong> tejado, cayendo en la acera. Se<br />

escapó corriendo por entre las sombras de las verjas de las casas. Empecé a llorar,<br />

llena de pena, porque sabía que los hombres iban a coger al tigre y enjaularlo.<br />

Entonces vi que no tenía nada en <strong>el</strong> brazo, que ya estaba curado. Lloré de<br />

compasión, diciendo: «El tigre es Saul; no quiero que le cojan; quiero que corra<br />

libre por <strong>el</strong> mundo». El sueño se ad<strong>el</strong>gazó. Estaba a punto de despertar, pero no<br />

d<strong>el</strong> todo. Me dije": «Debo escribir una pieza de teatro sobre Anna, Saul y <strong>el</strong> tigre».<br />

La parte de mi mente preocupada por la pieza siguió funcionando, pensando en<br />

<strong>el</strong>lo, como una niña que juega con ladrillos en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o; una niña que, además,<br />

tiene prohibido jugar, porque sabe que es una evasión, que hacer combinaciones<br />

entre Anna y Saul y <strong>el</strong> tigre es una excusa para no pensar; lo que Anna y Saul<br />

harían y dirían serían formas de dolor, <strong>el</strong> «argumento» de la pieza tendría la forma<br />

d<strong>el</strong> dolor, y esto era evadirse. Mientras tanto, con la parte de mi mente que yo<br />

sabía era la personalidad desinteresada que me había salvado de desintegrarme,<br />

empecé a controlar <strong>el</strong> sueño. Aqu<strong>el</strong>la persona insistía en que tenía que dejar<br />

centrar la pieza sobre <strong>el</strong> tigre, que tenía que dejar de jugar con los ladrillos. Decía<br />

que, en lugar de hacer lo de siempre, inventarme historias sobre la vida para evitar<br />

enfrentarme con <strong>el</strong>la, tenía que hacer un esfuerzo de memoria y enfrentarme con<br />

escenas de mi vida. Este «recordar» tenía una cualidad extraordinaria, era como un<br />

pastor contando las ovejas o como ensayar una pieza de teatro; era como si<br />

comprobara algo, palpando para tranquilizarme. Era <strong>el</strong> mismo acto de cuando<br />

siendo niña había tenido pesadillas. Cada noche, antes de dormirme, despierta,<br />

recordaba todo lo que durante <strong>el</strong> día había contenido algo que me diera miedo,<br />

susceptible de convertirse en una pesadilla. Tenía que «nombrar» las cosas<br />

aterrorizantes, una y otra vez, en una letanía horrorosa. Era como una especie de<br />

operación desinfectante que hacía mi mente antes de dormirme. Pero ahora,<br />

dormida, no transformaba en inocuos los acontecimientos d<strong>el</strong> pasado, sino que,<br />

nombrándolos, me aseguraba de que todavía estuvieran allí. Pero sé que, una vez<br />

segura de que todavía estaban allí, tendría que «nombrarlos» de una forma<br />

diferente, y por eso la personalidad dominadora me forzaba a recordar. Volví a<br />

visitar, primero, al grupo de debajo de los eucaliptos de la estación de Mashopi,<br />

bajo la luz de la luna oliendo a vino, con las sombras oscuras de las hojas sobre la<br />

arena blanca. Sin embargo, ya se había librado de aqu<strong>el</strong> terrible falseamiento<br />

nostálgico; carecía de emoción y era como una p<strong>el</strong>ícula ac<strong>el</strong>erada. A pesar de todo,<br />

tuve que ver cómo George Hounslow se acercaba desde <strong>el</strong> negro camión aparcado<br />

junto a las vías ferroviarias, que r<strong>el</strong>ucían bajo las estr<strong>el</strong>las, con sus anchos hombros<br />

encogidos, para mirarnos, pavorosamente hambriento, a Maryrose y a mí; y tuve<br />

que escuchar también a Willi que me silbaba a la oreja, desafinando, la tonada de<br />

la ópera de Brecht; así como contemplar a Paul haciéndonos una irónica reverencia<br />

de cortesía antes de marcharse sonriendo hacia <strong>el</strong> edificio de los dormitorios, cerca<br />

d<strong>el</strong> alud formado por guijarros. Después le seguíamos y caminábamos por <strong>el</strong><br />

camino arenoso. Estaba parado esperándonos, frente a nosotros, con una sonrisa<br />

desprendida y de triunfo, sin mirarnos a nadie d<strong>el</strong> grupo deambulante en dirección<br />

suya, en medio de la ardiente luz d<strong>el</strong> sol. Miraba más bien detrás de nosotros, al<br />

hot<strong>el</strong> Mashopi. Uno tras otro, nosotros también nos volvimos a mirar hacia atrás. El<br />

edificio d<strong>el</strong> hot<strong>el</strong> parecía haber estallado en una nube danzante y arremolinada de<br />

pétalos y alas blancas, de millones de mariposas blancas que se posaban en <strong>el</strong><br />

edificio. Parecía una flor blanca, abriéndose despacio bajo <strong>el</strong> profundo ci<strong>el</strong>o azul y<br />

vaporoso. Luego nos invadió una sensación amenazadora y nos dimos cuenta de<br />

que habíamos sido víctimas de una ilusión de la luz, que nos habíamos engañado.<br />

Lo que mirábamos era la explosión de una bomba de hidrógeno, y una flor blanca<br />

se abría bajo <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o azul con tal perfección que las bocanadas de humo, los<br />

pliegues y despliegues de las formas, nos impedían movernos a pesar de que<br />

sabíamos que nos amenazaba. Era increíblemente hermoso; era la forma de la<br />

517

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!