09.02.2015 Views

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Observé cómo <strong>el</strong> despecho y la ira me traspasaban. Y pensé sensatamente,<br />

por un momento, que durante aqu<strong>el</strong>la semana había estado calmado y f<strong>el</strong>iz como<br />

nunca. ¿Por qué, entonces, reaccionaba ofendida ante aqu<strong>el</strong>la anotación No<br />

obstante, me sentía herida y desgraciada, como si aqu<strong>el</strong>las palabras borraran toda<br />

la semana. Bajé y pensé en Saúl. Le vi con una mujer, y me dije: «Tiene razón al<br />

odiarme y preferir a otras. Soy realmente odiosa». Y me puse a pensar con<br />

añoranza en la otra mujer, amable y generosa, y con la fuerza suficiente para darle<br />

lo que él quería, sin pedirle nada a cambio.<br />

Me acuerdo de Madre Azúcar y de cómo me «enseñó» que las obsesiones de<br />

los c<strong>el</strong>os son, en gran parte, un problema de homosexualidad. Pero entonces la<br />

lección me había parecido bastante académica, sin que tuviera ninguna r<strong>el</strong>ación<br />

conmigo, con Anna. Me pregunté, pues, si no sería que deseaba hacer <strong>el</strong> amor con<br />

la mujer con quien él estaba en aqu<strong>el</strong>los momentos.<br />

Luego se produjo en mí un instante de lucidez y comprendí que (*18) había<br />

penetrado en su chifladura: él iba en busca de aqu<strong>el</strong>la figura sabia, cariñosa y toda<br />

maternal, que además era la compañera en <strong>el</strong> juego sexual. Como yo había pasado<br />

a ser parte de él, buscaba lo mismo, puesto que también la necesitaba y porque<br />

además deseaba convertirme en <strong>el</strong>la. Comprendí que ya no me podía separar de<br />

Saúl, y esto me aterrorizó aún más, porque mi int<strong>el</strong>igencia me decía que aqu<strong>el</strong><br />

hombre repetía <strong>el</strong> mismo ciclo continuamente: cortejaba a una mujer con su<br />

int<strong>el</strong>igencia y simpatía, reclamándola emocionalmente; luego, cuando <strong>el</strong>la a su vez<br />

empezaba a reclamar para sí, él se escapaba. Cuanto mejor fuera la mujer, antes<br />

empezaba él a huir. Esto lo sabía por mi int<strong>el</strong>igencia, pero continué en la habitación<br />

a oscuras, mirando <strong>el</strong> brillo neblinoso y mojado d<strong>el</strong> firmamento londinense,<br />

deseando con todas mis fuerzas a aqu<strong>el</strong>la mujer mítica, deseando ser <strong>el</strong>la para<br />

Saúl.<br />

Me encontré tumbada en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o, sin poder respirar a causa de la tensión<br />

d<strong>el</strong> estómago. Fui a la cocina y bebí más whisky, hasta que la ansiedad disminuyó<br />

un poco. Regresé al cuarto grande y traté de volver a ser yo, viendo a Anna, una<br />

diminuta figura sin importancia en <strong>el</strong> piso feo de una casa fea que estaba a punto<br />

de derrumbarse, con <strong>el</strong> enorme yermo londinense a su alrededor. No pude. Estaba<br />

desesperadamente avergonzada, encerrada dentro de Anna, de los terrores de un<br />

animalito insignificante. Me repetía continuamente: «Ahí fuera está <strong>el</strong> mundo, y me<br />

importa tan poco que ni siquiera he leído los periódicos de toda una semana». Fui a<br />

buscar los periódicos de la semana y los extendí a mi alrededor. Durante la<br />

semana, las cosas se habían ido desarrollando: aquí una guerra, allí una discusión.<br />

Era como perderse las entregas de un serial, pero se podía adivinar lo que había<br />

pasado por la lógica interna de la historia. Me sentí aburrida y vieja, sabiendo que,<br />

sin haber leído los periódicos, podía haber acertado, por experiencia política, lo que<br />

había pasado en toda una semana. La sensación de trivialidad, la aversión a lo<br />

frívolo, mezclado con <strong>el</strong> miedo, además d<strong>el</strong> avance hacia un nuevo conocimiento, a<br />

una mayor comprensión; todo aqu<strong>el</strong>lo salía de Anna, d<strong>el</strong> animalito aterrado que<br />

estaba sentado en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o y agazapado. Aqu<strong>el</strong>lo era <strong>el</strong> «juego», pero suscitado por<br />

<strong>el</strong> terror. Eso es: me invadió <strong>el</strong> terror de las pesadillas. Estaba sintiendo <strong>el</strong> terror de<br />

las guerras como se experimenta en las pesadillas, no en <strong>el</strong> sopesar int<strong>el</strong>ectual de<br />

las posibilidades, sino conociendo, con mis nervios y mi imaginación, <strong>el</strong> miedo de la<br />

guerra. Lo que leía en aqu<strong>el</strong>los periódicos esparcidos a mi alrededor se hizo real. No<br />

se trataba ya de un miedo abstracto e int<strong>el</strong>ectual. Hubo una especie de cambio en<br />

los equilibrios que tenía establecidos en <strong>el</strong> cerebro, en la forma de pensar. Era <strong>el</strong><br />

mismo tipo de reordenación de hace unos días, cuando palabras como democracia y<br />

libertad se habían desvanecido bajo la influencia de una nueva forma de ver la<br />

evolución real d<strong>el</strong> mundo hacia un poder oscuro e inflexible. Supe, pero<br />

naturalmente, la palabra así, escrita, no puede comunicar su cualidad cognoscitiva,<br />

pues sea lo que sea posee ya su lógica propia y su fuerza. Los enormes arsenales<br />

498

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!