09.02.2015 Views

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

—Sí que tiene razón —asintió Paul, hablándole ahora a la señora Boothby—.<br />

Toda la razón. Lo haremos. ¿Cuántos pichones son necesarios para <strong>el</strong> past<strong>el</strong> d<strong>el</strong><br />

anfitrión Boothby<br />

—No se puede hacer mucho con menos de seis, pero si consiguen más haré<br />

past<strong>el</strong> de pichón también para ustedes. Será un intercambio.<br />

—Es cierto —afirmó Paul—. Será un intercambio. Confíe en nosotros.<br />

Ella le dio las gracias, con gravedad, y nos dejó con <strong>el</strong> fusil.<br />

El desayuno había terminado —eran casi las diez de la mañana—, y nos<br />

alegrábamos de tener algo con que ocupar <strong>el</strong> tiempo hasta la hora d<strong>el</strong> almuerzo.<br />

Algo apartado d<strong>el</strong> hot<strong>el</strong> había un camino que se alejaba de la vía principal en<br />

ángulo recto, y cuyas roderas cruzaban <strong>el</strong> v<strong>el</strong>d, siguiendo la línea de un antiguo<br />

camino africano. Este camino conducía a la misión católica, distante unos once<br />

kilómetros hacia <strong>el</strong> monte. De vez en cuando, pasaba por allí <strong>el</strong> coche de la misión,<br />

en busca de víveres o algún grupo de peones que se dirigían a trabajar a la<br />

importante granja administrada por la misión; pero la mayoría d<strong>el</strong> tiempo, <strong>el</strong><br />

camino estaba vacío. Toda aqu<strong>el</strong>la parte era un ondulante v<strong>el</strong>d salpicado aquí y allí<br />

de kopjes. Cuando llovía, <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o parecía resistirse al agua, en lugar de acogerla.<br />

La lluvia caía con furia sobre <strong>el</strong> v<strong>el</strong>d, a veinte o treinta centímetros d<strong>el</strong> duro su<strong>el</strong>o,<br />

pero una hora después de la tormenta todo volvía a estar seco. La noche pasada<br />

había llovido tanto que <strong>el</strong> tejado de hierro d<strong>el</strong> bloque donde se hallaban nuestros<br />

dormitorios había trepidado incesantemente. No obstante, <strong>el</strong> sol ya volvía a estar<br />

alto, no había nubes en <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o, y caminábamos a lo largo d<strong>el</strong> piso de tarmac, sobre<br />

una fina costra de arena blanca que se abría crujiente bajo nuestros zapatos,<br />

dejando al descubierto la oscura humedad d<strong>el</strong> subsu<strong>el</strong>o.<br />

Aqu<strong>el</strong>la mañana éramos sólo cinco; no me acuerdo dónde estaban los otros.<br />

Quizás era un fin de semana en que no habíamos ido al hot<strong>el</strong> más que cinco d<strong>el</strong><br />

grupo. Paul llevaba <strong>el</strong> fusil como un auténtico sportman, satisfecho interiormente<br />

d<strong>el</strong> pap<strong>el</strong> que representaba. Jimmy iba a su lado, torpe, grueso, pálido, con sus<br />

int<strong>el</strong>igentes ojos mirando en todo momento a Paul, humilde, irónico hacia <strong>el</strong><br />

sufrimiento que implicaba su situación. Willi, Maryrose y yo les seguíamos. Willi<br />

llevaba un libro. Maryrose y yo vestíamos trajes de vacaciones: pantalones de<br />

color, de calicé, y camisas. Maryrose lucía pantalones azules y blusa blanca.<br />

En cuanto dejamos <strong>el</strong> camino principal para coger <strong>el</strong> de arena, tuvimos que<br />

avanzar despacio y con cuidado, pues tras la lluvia de la noche anterior todo estaba<br />

infestado de insectos. El paisaje parecía conmocionado y en movimiento. Por<br />

encima de las hierbas bajas volaba y saltaba un millón de mariposas blancas con<br />

alas de un blanco verdoso. Todas eran blancas, pero de distinto tamaño. Era como<br />

si aqu<strong>el</strong>la mañana no hubieran salido d<strong>el</strong> huevo, saltado o caído de sus crisálidas,<br />

más que las mariposas de una sola especie, que ahora c<strong>el</strong>ebraban su libertad. Y<br />

entre la misma hierba, así como por todo <strong>el</strong> camino, había una determinada especie<br />

de saltamontes de color vivo que andaban en parejas. Se contaban por millones.<br />

—«Y un saltamontes saltó sobre la espalda de otro...» —canturreó Paul, con<br />

su voz ligera y a la vez honda. Iba a la cabeza d<strong>el</strong> grupo. Se detuvo. Jimmy lo hizo<br />

también a su lado, obedientemente. Nosotros nos paramos detrás de <strong>el</strong>los dos,<br />

Entonces Paul añadió—: Es extraño, pero hasta ahora nunca había comprendido <strong>el</strong><br />

sentido intrínseco o concreto de esta canción.<br />

Era grotesco, y más que azoramiento, lo que nos producía era un miedo<br />

reverencial. Nos reímos, pero nuestra risa resultó demasiado fuerte. En todas<br />

358

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!