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el-cuaderno-dorado_dorislessing

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—¿No sientes ni siquiera curiosidad acerca de mí, de lo que hago ¿No<br />

piensas en tu nieto<br />

Ahora se hace patente que emprende la retirada con todo descaro. Esta<br />

insistencia no le gusta nada.<br />

—No. ¡Oh, sí! Es un hombrecito muy salado. Encantado siempre de verle.<br />

Pero se volverá un caníbal, exactamente lo mismo que los demás.<br />

—¿Un caníbal<br />

—Sí, un caníbal. Las personas son caníbales, si no se dejan en paz las unas<br />

a las otras. En cuanto a ti, ¿qué sé acerca de ti Eres una mujer moderna, y yo no<br />

sé nada acerca de las mujeres modernas.<br />

—¡Una mujer moderna! —repite Ella, secamente, sonriendo.<br />

—Sí. Tu libro, supongo. Imagino que vas detrás de algo tuyo, como todos<br />

los demás. Y te deseo mucha suerte. No nos podemos ayudar mutuamente. Las<br />

personas no se ayudan entre sí. Están mejor separadas.<br />

Una vez dicho esto, levanta <strong>el</strong> libro, después de haberle dirigido una mirada<br />

corta y abrupta para darle a entender que la conversación ha concluido por su<br />

parte.<br />

Ella, sola en <strong>el</strong> cuarto, se asoma a su lago privado aguardando a que se<br />

ciernan las sombras, a que la historia tome forma. Ve a un joven oficial de carrera,<br />

tímido, orgulloso y con dificultades para expresarse. Ve a una joven esposa, tímida<br />

y alegre. Y entonces, no una imagen, sino un recuerdo aflora a la superficie. Ve la<br />

escena siguiente: de noche, ya tarde, en su dormitorio, simula que duerme. Su<br />

padre y su madre están de pie en medio de la habitación. Él la rodea con <strong>el</strong> brazo,<br />

<strong>el</strong>la está avergonzada y se recata como una muchacha. Él la besa, y <strong>el</strong>la sale<br />

corriendo de la habitación, con los ojos llenos de lágrimas. Él se queda solo,<br />

enojado, tirándose d<strong>el</strong> bigote.<br />

Permanece solo, apartado de su esposa y dedicado a sus libros y a los<br />

sueños secos y concisos de un hombre que podría haber sido un poeta o un místico.<br />

Y, en efecto, cuando muere, se encuentran diarios, poemas, fragmentos de prosa<br />

que llenan cajones cerrados con llave.<br />

Ella se sorprende de esta conclusión. Nunca había pensado en su padre<br />

como un hombre que pudiera escribir poesía o cualquier otra cosa. Vu<strong>el</strong>ve a visitar<br />

a su padre, lo antes posible.<br />

Entrada ya la noche, en <strong>el</strong> cuarto silencioso donde <strong>el</strong> fuego arde despacio<br />

contra la pared, Ella le pregunta:<br />

—Padre, ¿has escrito alguna vez poesía<br />

El libro desciende de golpe hasta sus muslos d<strong>el</strong>gados, mientras él la mira<br />

fijamente.<br />

—¿Cómo demonios lo has sabido<br />

—No lo sé. Sencillamente, se me ocurrió que quizá sí.<br />

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