09.02.2015 Views

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—Ah, sí, pues sí, pero yo también he ofrecido, de vez en cuando, ayuda y<br />

consu<strong>el</strong>o. No, no voy en camino de ser una santa; voy a ser una de las que<br />

empujan piedras.<br />

—¿Qué quieres decir<br />

—Hay una gran montaña negra. Es la estupidez humana. Y hay un grupo de<br />

personas que empujan una piedra por la montaña arriba. Cuando la han subido<br />

unos metros, viene una guerra o una clase mala de revolución, y la piedra<br />

desciende rodando, aunque no hasta abajo de todo, pues siempre logra quedarse<br />

unos centímetros más arriba de cuando había empezado a subir. Entonces, <strong>el</strong> grupo<br />

de personas juntan los hombros y vu<strong>el</strong>ven a empujar. Mientras tanto, en la cima de<br />

la montaña hay unos cuantos grandes hombres. A veces miran hacia abajo, afirman<br />

con la cabeza y dicen: «Bien, los que empujan piedras todavía trabajan. Entre<br />

tanto, nosotros meditamos sobre cómo es <strong>el</strong> espacio, o cómo será <strong>el</strong> mundo cuando<br />

esté lleno de gente que no odie, ni tema, ni asesine».<br />

—Mmm, pues yo quiero ser uno de esos, grandes hombres que están en la<br />

cima de la montaña.<br />

—Mala suerte para los dos, porque los dos empujamos la piedra.<br />

De repente, dio un salto y bajó de la cama. Parecía como un mu<strong>el</strong>le de acero<br />

que se hubiera soltado. Se quedó de pie con los ojos llenos de odio, que le apareció<br />

súbitamente, como si le hubieran dado a un interruptor, y dijo:<br />

—¡Ah, no, tú no! Ah, no, yo no; voy a... Yo no voy a... Yo, yo, yo.<br />

Pensé: «Bueno, ya vu<strong>el</strong>ve él. Fui a la cocina y cogí una bot<strong>el</strong>la de whisky,<br />

mientras él hablaba. Me tumbé en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o, mirando <strong>el</strong> dibujo de las sombras de luz<br />

dorada que había en <strong>el</strong> techo, oyendo <strong>el</strong> ritmo irregular de la lluvia gruesa que caía<br />

fuera. Sentí cómo la tensión se apoderaba de mi estómago. La Anna enferma había<br />

regresado. Yo, yo, yo, yo: era como una ametralladora, disparando regularmente.<br />

Yo escuchaba y no escuchaba, como si fuera un discurso escrito por mí que leía<br />

otro. Sí, era yo; era todo <strong>el</strong> mundo: <strong>el</strong> yo, yo, yo soy. Yo seré. Yo no seré. Yo haré.<br />

Yo quiero. Se paseaba por la habitación como un animal, un animal parlante. Sus<br />

movimientos eran violentos y estaban cargados de energía, de una fuerza dura que<br />

escupía: yo, Saul, Saul; yo, yo quiero. Tenía los ojos verdes clavados, sin ver; la<br />

boca era como una cuchara, una pala o una ametralladora, que vomitaba un<br />

lenguaje ardiente y agresivo, palabras que eran como balas:<br />

—No voy a dejar que me destruyas. Ni tú, ni nadie. No voy a dejar que me<br />

encierren, que me enjaulen, que me amansen, que me hagan callar. Me mantendré<br />

en mi sitio. No haré como tú; yo no... Yo digo lo que pienso. Tu mundo no me<br />

interesa.<br />

Yo sentía que la violencia de su fuerza negra afectaba a todos mis nervios,<br />

sentía los músculos d<strong>el</strong> estómago que se revolvían, mientras que los de la espalda<br />

los tenía tensos como alambres. Estaba tumbada con la bot<strong>el</strong>la de whisky en la<br />

mano, bebiendo sin parar, sintiendo cómo la borrachera se apoderaba de mí,<br />

escuchando, escuchando... Caí en la cuenta de que había estado tumbada mucho<br />

rato, tal vez horas, mientras que Saúl daba zancadas y hablaba. Una o dos veces<br />

dije algo, arrojé palabras contra la cascada de las suyas. Parecía como una<br />

máquina, ajustada o preparada por <strong>el</strong> mecánico para que se parara brevemente<br />

ante los ruidos d<strong>el</strong> exterior; se paraba, se contenía mecánicamente, y la boca o <strong>el</strong><br />

metal se abría ya en posición de proferir la nueva cascada de yo, yo, yo, yo, yo...<br />

526

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!