09.02.2015 Views

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—Qué bonito es. ¿Para qué sirve<br />

—Todavía no lo sé.<br />

—Pues dám<strong>el</strong>o.<br />

Yo estuve a punto de decir. «Bueno, quédat<strong>el</strong>o», observando en mí la<br />

necesidad de entrega, como <strong>el</strong> surtidor de una ballena. Me irrité conmigo misma,<br />

porque lo quería para mí y, a pesar de <strong>el</strong>lo, casi se lo di. Comprendí que aqu<strong>el</strong>la<br />

necesidad de complacer al otro era parte d<strong>el</strong> ciclo sadomasoquista en que<br />

estábamos.<br />

—No, no te lo puedo dar.<br />

Me costó mucho decirlo, pues incluso lo dije tartamudeando. Lo cogió y dijo:<br />

—Dám<strong>el</strong>o, dám<strong>el</strong>o, dám<strong>el</strong>o.<br />

—No.<br />

Había supuesto que se lo daría, con la broma d<strong>el</strong> «dám<strong>el</strong>o, dám<strong>el</strong>o»; y se<br />

quedó mirándome de reojo y murmurando, sin reírse, «dám<strong>el</strong>o, dám<strong>el</strong>o, dám<strong>el</strong>o»,<br />

con voz de niño. Se había convertido en un niño. Vi cómo la nueva personalidad o,<br />

mejor dicho, la antigua, penetraba en él como un animal penetra en la espesura.<br />

Encorvó <strong>el</strong> cuerpo y se agazapó, convirtiéndose en un arma; la cara, que , cuando<br />

es «él mismo» tiene una expresión de buen humor y se muestra astuta y escéptica,<br />

ahora parecía la de un pequeño asesino: Se puso a dar vu<strong>el</strong>tas, con <strong>el</strong> libro en la<br />

mano, dispuesto a escaparse (*19); y pude ver claramente al chiquillo de los<br />

barrios bajos, miembro de una pandilla de niños como él, robando algo en una<br />

tienda, o escapándose de la policía.<br />

—No, no puedo dárt<strong>el</strong>o.<br />

Lo dije como se lo hubiera dicho a un niño, y volvió en sí, despacio, mientras<br />

la tensión iba desapareciendo de él. Dejó <strong>el</strong> libro de buen humor, incluso con<br />

gratitud. Pensé que era raro que necesitara la autoridad de otro que fuera capaz de<br />

decir no y que, sin embargo, hubiera entrado en la vida de una mujer a quien tanto<br />

costaba decir no. Porque una vez dicho que no, y cuando él hubo dejado <strong>el</strong><br />

<strong>cuaderno</strong>; dando a entender en todos sus gestos que se sentía como <strong>el</strong> niño pobre<br />

a quien le habían negado una cosa que deseaba mucho, me sentí muy mal,<br />

queriendo decirle: «Cóg<strong>el</strong>o, por Dios; no tiene ninguna importancia». Pero ya no<br />

podía decirlo, y me asusté al ver lo rápidamente que aqu<strong>el</strong> objeto tan poco<br />

importante se había convertido en un <strong>el</strong>emento de lucha.<br />

Se quedó un rato junto a la puerta, como perdido, mientras yo observaba<br />

cómo se iba reponiendo, y vi la manera como, en miles de ocasiones, debió<br />

reponerse de niño: puso rígidos los hombros y «se apretó <strong>el</strong> cinturón», tal como me<br />

había dicho que todos debían de hacer cuando estuvieran en una dificultad.<br />

—Bueno, me voy arriba a trabajar.<br />

Y se fue arriba, despacio, pero no trabajó, pues le oí dar vu<strong>el</strong>tas. Volví a<br />

sentir la tensión, a pesar de que me había librado de <strong>el</strong>la durante unas horas.<br />

Contemplé cómo las manos d<strong>el</strong> dolor se apoderaban de mi estómago y cómo los<br />

mismos dedos se me clavaban en los músculos d<strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo y de la cintura. La Anna<br />

511

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!