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el-cuaderno-dorado_dorislessing

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comprendido, ordenado por palabras, «nombrado», si la madre de Janet no seguía<br />

siendo una mujer capaz de ser responsable.<br />

El conocimiento de que dentro de un mes Janet estaría en casa,<br />

importunaba la obsesión de Anna con los datos de los periódicos. La hizo volver a<br />

los cuatro <strong>cuaderno</strong>s que había dejado desde <strong>el</strong> accidente de Tommy. Pasó una y<br />

otra vez las páginas de los <strong>cuaderno</strong>s, pero sin sentir ninguna conexión con <strong>el</strong>los.<br />

Sabía que un tipo u otro de mala conciencia, que no comprendía, la separaba de<br />

<strong>el</strong>los. La mala conciencia estaba, naturalmente, r<strong>el</strong>acionada con Tommy. No sabía,<br />

ni sabría nunca, si <strong>el</strong> intento de suicidio de Tommy fue precipitado por la lectura de<br />

sus diarios o si, suponiendo que así fuera, había en <strong>el</strong>los algo especial que le<br />

hubiera afectado, o si en realidad eran sólo <strong>el</strong> producto de su arrogancia. «Es<br />

arrogancia, Anna; es irresponsabilidad.» Sí, lo había dicho él; pero más allá de que<br />

<strong>el</strong>la le había decepcionado, de que no había sido capaz de darle algo que<br />

necesitaba, no comprendía lo que había sucedido.<br />

Una tarde se fue a dormir y soñó. Sabía que era un sueño que había tenido<br />

a menudo otras veces, de una forma u otra. Tenía dos niños. Uno era Janet, gorda<br />

y r<strong>el</strong>uciente de salud. El otro era Tommy, un bebé pequeño, al que <strong>el</strong>la dejaba<br />

pasar hambre. Sus pechos estaban vacíos porque Janet había tomado toda la leche<br />

que contenían; y Tommy estaba flaco y débil, desapareciendo a ojos vista por<br />

causa d<strong>el</strong> hambre que pasaba. Desapareció d<strong>el</strong> todo, en un diminuto montón de<br />

carne desnuda, pálida y huesuda, antes de que <strong>el</strong>la se despertara, enfebrecida por<br />

la ansiedad, la dualidad de sí misma y la mala conciencia. Sin embargo, una vez<br />

despierta no veía nada que justificara aqu<strong>el</strong> sueño de Tommy muerto de hambre<br />

por culpa suya. Y, además, sabía que en otros sueños de aqu<strong>el</strong> ciclo la figura d<strong>el</strong><br />

muerto de hambre hubiera podido ser cualquiera, tal vez la de alguien que pasara<br />

por la calle y cuya cara le hubiera obsesionado. Pero no cabía duda de que se sentía<br />

responsable por aqu<strong>el</strong>la persona medio entrevista, pues de otro modo ¿por qué<br />

soñaba que le negaba la ayuda requerida<br />

Después de haber tenido este sueño, volvió febrilmente a su labor de<br />

recortar noticias y colgarlas de la pared.<br />

Aqu<strong>el</strong> día, al atardecer, estaba sentada en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o, oyendo jazz y<br />

desesperada por causa de su incapacidad de «sacarles sentido» a los fragmentos de<br />

letra impresa, cuando tuvo una nueva sensación, como una alucinación, una<br />

imagen d<strong>el</strong> mundo nueva y que hasta entonces no había comprendido. Era una<br />

comprensión totalmente pavorosa, una realidad diferente de lo que hasta entonces<br />

había conocido como realidad, y que venía de una región sentimental que no había<br />

visitado jamás. No era estar «deprimida», o sentirse «desgraciada», o tener la<br />

sensación de «desaliento»; la esencia de la experiencia era que palabras como<br />

aqu<strong>el</strong>las, palabras como alegría o f<strong>el</strong>icidad, carecían de sentido. Al recobrarse de<br />

esta iluminación, que fue intemporal, es decir que Anna no sabía cuánto había<br />

durado, supo que acababa de vivir una experiencia para la que no había palabras,<br />

que estaba más allá de la región donde se puede forzar a las palabras a tener cierto<br />

sentido.<br />

Sin embargo, volvió a sentarse frente de los <strong>cuaderno</strong>s, abandonando en su<br />

mano la estilográfica (que, con <strong>el</strong> frágil interior de la panza al descubierto, parecía<br />

un animal marino o un caballo de mar) y aguardando vacilante, primero sobre uno,<br />

luego sobre otro, a que la esencia de la «iluminación» decidiera por sí sola lo que<br />

debía escribir. Pero los cuatro <strong>cuaderno</strong>s, con sus diferentes subdivisiones y<br />

clasificaciones, permanecieron como estaban, y Anna dejó la pluma.<br />

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