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el-cuaderno-dorado_dorislessing

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dos saben que sus bromas nacen de la inf<strong>el</strong>icidad y la frustración contenidas en las<br />

cartas que llegan a riadas al despacho, y que sus artículos no podrán aliviar en<br />

absoluto esa desdicha.<br />

La última noche de aqu<strong>el</strong> trabajo en colaboración, Jack lleva a casa en su<br />

coche a Ella. Está casado, tiene tres hijos, y anda por la treintena. A Ella le cae muy<br />

bien. Le ofrece una copa y él sube al piso. Ella sabe que se acerca <strong>el</strong> momento en<br />

que él va a pedirle hacer <strong>el</strong> amor. Piensa: «Pero no siento ninguna atracción por él.<br />

Claro que podría sentirla, si consiguiera librarme de la sombra de Paul. ¿Cómo sé<br />

que no me va a gustar cuando esté en la cama con él Al fin y al cabo, Paul no me<br />

atrajo inmediatamente...». Este último pensamiento la sorprende. Está sentada,<br />

escuchando, mientras <strong>el</strong> joven charla y la entretiene. «Paul siempre me decía,<br />

bromeando, pero con un fondo de seriedad, que no me había enamorado de él a<br />

primera vista. Y ahora yo misma me lo repito. Pero me parece que no es verdad.<br />

Probablemente lo creo sólo porque él lo dijo... Y no es extraño que no logre<br />

interesarme por ningún hombre, si todo <strong>el</strong> tiempo estoy pensando en Paul...».<br />

Ella se acuesta con Jack. Le clasifica como <strong>el</strong> tipo de amante eficiente. «Un<br />

hombre que no es sensual y que ha aprendido a hacer <strong>el</strong> amor de un libro<br />

probablemente titulado Cómo satisfacer a su esposa». El placer lo obtiene al<br />

conseguir que una mujer se meta en la cama con él, no d<strong>el</strong> sexo en sí mismo.<br />

Los dos son alegres, amistosos, y mantiene <strong>el</strong> tono de sensatez en su<br />

trabajo de colaboración en <strong>el</strong> despacho. No obstante, Ella lucha contra la necesidad<br />

de llorar. Conoce este tipo de depresión repentina y la combate así: «No es mi<br />

depresión. Es culpabilidad, pero no la mía, sino la que procede d<strong>el</strong> pasado; es algo<br />

que tiene que ver con <strong>el</strong> doble patrón que yo repudio».<br />

Al anunciar que tiene que regresar a casa, Jack empieza a hablar de su<br />

mujer:<br />

—Es una buena chica —observa, y Ella se hi<strong>el</strong>a ante <strong>el</strong> tono condescendiente<br />

de su voz—. Me aseguro bien de que no se dé cuenta cuando yo me salgo de madre<br />

por esos mundos. Claro que a veces está harta de todo, con los niños, que la tienen<br />

atada y no dejan de ser un problema... Pero se las arregla bien.<br />

Está poniéndose la corbata; luego se calza, sentado sobre la cama de Ella.<br />

Rebosa bienestar. Su cara es lisa: tiene la cara abierta de un muchacho.<br />

—He tenido mucha suerte con mi costilla —añade.<br />

Pero ahora hay resentimiento en sus palabras, resentimiento contra la<br />

esposa; y Ella sabe que, en esta ocasión, <strong>el</strong> hecho de haberse acostado juntos Jack<br />

lo usará, con sutileza, para denigrar a su mujer. Y él brinca de satisfacción, no por<br />

los placeres d<strong>el</strong> amor, acerca de los cuales sabe muy poco, sino porque se ha<br />

probado algo a sí mismo. Se despide de Ella y observa:<br />

—Bueno, de vu<strong>el</strong>ta a la molienda. Tengo la mejor mujer d<strong>el</strong> mundo, pero no<br />

puede decirse que su conversación sea precisamente muy interesante.<br />

Ella se controla, no dice que una mujer con tres hijos pequeños y anclada en<br />

una casa de los suburbios, con la t<strong>el</strong>evisión por todo entretenimiento, es imposible<br />

que tenga nada excitante de que hablar. La profundidad d<strong>el</strong> rencor que él muestra<br />

la deja atónita. Sabe que su esposa, la mujer que le está esperando a varios<br />

kilómetros de distancia, al otro lado de Londres, se dará cuenta en seguida de que<br />

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