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el-cuaderno-dorado_dorislessing

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murmuran. ¡Oh, mi dolor es rojo, y escarlata mi tortuoso dolor! ¡Oh, <strong>el</strong> rojo y él<br />

escarlata gotean sobre la eterna luna de las hojas de mi odio!<br />

[Aquí se incluía <strong>el</strong> recorte de una recensión de Las fronteras de la guerra,<br />

publicada en Soviet Writing, con fecha de agosto de 1952.]<br />

La explotación existente en las colonias británicas es realmente terrible,<br />

según se pone de manifiesto en esta valiente primera nov<strong>el</strong>a, escrita y publicada<br />

bajo los mismos ojos d<strong>el</strong> opresor... ¡para rev<strong>el</strong>ar al mundo la auténtica verdad<br />

escondida detrás d<strong>el</strong> imperialismo británico! Sin embargo, nuestra admiración por<br />

<strong>el</strong> valor de la joven escritora que lo arriesga todo por fid<strong>el</strong>idad a su conciencia<br />

social, no debe impedirnos ver que su enfoque de la lucha de clases en África es<br />

incorrecto. Se trata de la historia de un joven aviador, un auténtico patriota<br />

dispuesto a morir por su país en la gran guerra antifascista, quien se ve involucrado<br />

en un grupo de autodenominados socialistas que, en realidad, sólo son blancos<br />

colonizadores y decadentes, aficionados al juego de la política. Lleno de<br />

repugnancia por la experiencia con esta banda de ricos miembros de la buena<br />

sociedad cosmopolita, acude al pueblo, a una sencilla chica negra que le enseña las<br />

realidades de la auténtica vida de la clase obrera. Y aquí, precisamente, surge <strong>el</strong><br />

punto débil de esta nov<strong>el</strong>a bien intencionada pero mal encaminada. Pues ¿qué clase<br />

de contacto puede tener un joven miembro de la clase alta inglesa con la hija de un<br />

cocinero Lo que <strong>el</strong> escritor ha de proponerse en <strong>el</strong> calvario de su búsqueda de la<br />

auténtica veracidad artística es lo típico. Y esta situación no es, no puede ser la<br />

típica. Imaginemos que la joven escritora, arriesgándose a escalar <strong>el</strong> mismísimo<br />

Himalaya de la verdad, hubiera hecho de sus protagonistas un joven obrero blanco<br />

y una organizada obrera africana de una fábrica. En una situación como ésa es<br />

posible que hubiera encontrado una solución, política, social o espiritual, mediante<br />

la que habría llegado a esclarecer la lucha por la libertad que se avecina en África.<br />

¿Dónde están ahora, en <strong>el</strong> libro, las masas trabajadoras ¿Dónde están<br />

representados quienes conscientemente llevan a cabo la lucha de clases<br />

Simplemente, no se les ve por ninguna parte. Sin embargo, ¡no se desanime la<br />

joven y talentosa escritora! ¡Las cimas artísticas son para los grandes espíritus!<br />

¡Ad<strong>el</strong>ante, en beneficio de la salvación d<strong>el</strong> mundo!<br />

[Recensión de Las fronteras de la guerra en Soviet Gazette, con fecha de<br />

agosto de 1954.]<br />

África es majestuosa y salvaje. ¡Qué estallido de esplendor se ofrece a<br />

nuestros ojos en las páginas de esta nov<strong>el</strong>a que nos acaba de llegar de la Gran<br />

Bretaña, y que describe un incidente ocurrido durante la guerra en <strong>el</strong> corazón<br />

mismo de las llanuras y s<strong>el</strong>vas de la tierra africana!<br />

No es preciso recordar ahora que los caracteres típicos d<strong>el</strong> arte difieren, en<br />

su contenido y también, por consiguiente, en su forma, d<strong>el</strong> concepto científico de<br />

los tipos. De ahí que, en una cita que la escritora hace al principio de su libro, y a<br />

pesar de sus reminiscencias de marasmo sociológico occidental, esté contenida una<br />

profunda verdad (a saber: «Se dice que Adán se perdió o cayó porque comió la<br />

manzana. Pero yo digo que fue debido a que la reclamó como suya, debido a su Yo,<br />

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