09.02.2015 Views

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Al cabo de una semana de haberme acostado con N<strong>el</strong>son, me encontraba ya<br />

en una situación sobre la que no tenía <strong>el</strong> menor control. El hombre, N<strong>el</strong>son, callado<br />

y responsable, había desaparecido. No podía ya ni acordarme de él. Incluso las<br />

palabras, <strong>el</strong> lenguaje de responsabilidad emocional había desaparecido. Estaba<br />

dominado por una histeria discordante, de la que yo me encontraba también<br />

prisionera. Fuimos a la cama por segunda vez acompañados de una autodenuncia<br />

muy verbal, amargamente bromista, que se transformó en seguida en insultos<br />

histéricos hacia las mujeres en general. Luego desapareció de mi vida durante casi<br />

dos semanas. Me sentía más nerviosa y deprimida que nunca. Era como si no<br />

tuviera sexo. Eso es; no tenía sexo. Muy a lo lejos vislumbraba a Anna, que<br />

pertenecía a un mundo normal y afectuoso. La podía ver, pero no me acordaba de<br />

lo que era estar viva, como lo estaba <strong>el</strong>la. N<strong>el</strong>son me llamó por t<strong>el</strong>éfono dos veces,<br />

excusándose de una manera ofensiva, puesto que no había ninguna necesidad de<br />

que se disculpara. Eran las excusas que se le dan a «una mujer», a «las mujeres»,<br />

al «enemigo», no a Anna; en sus buenos momentos, él habría sido incapaz de tanta<br />

falta de sensibilidad. En mi mente ya había <strong>el</strong>iminado a aqu<strong>el</strong> hombre como<br />

amante, pero tenía la intención de conservarlo como amigo. De hecho, existe una<br />

afinidad entre los dos deseos, pues se trata de la r<strong>el</strong>ación de cierto tipo de<br />

autoconocimiento y de desesperación. Una noche N<strong>el</strong>son se presentó sin avisar y<br />

con su otra personalidad, con la «buena», por así decirlo. Al oírle hablar, no podía<br />

acordarme de cómo era cuando estaba histérico y poseído. Me quedé mirándole de<br />

la misma manera que su<strong>el</strong>o «mirar» a la Anna sana y dichosa; pero no puedo<br />

alcanzarles ni a él ni a <strong>el</strong>la, porque es como si se movieran tras una pared de<br />

cristal. Por supuesto que sé cómo es la pared de cristal tras la que viven<br />

determinados americanos; la conozco demasiado bien: no me toques, por Dios; no<br />

me toques, porque tengo miedo de sentir.<br />

Aqu<strong>el</strong>la noche me invitó a una fiesta en su casa. Dije que iría, pero tan<br />

pronto como se hubo marchado, ya sabía que no debía acudir, puesto que no lo<br />

veía muy claro. Sin embargo, desde otra perspectiva, ¿por qué no ir Nunca sería<br />

mi amante; así que nos quedábamos en amigos. Entonces, ¿por qué no ir a conocer<br />

a sus amigos, incluida su esposa<br />

En cuanto entré en su casa, me di cuenta de lo mal que había utilizado mi<br />

imaginación y de lo estúpida que había decidido ser. A veces, las mujeres me<br />

desagradan; me desagradan por la capacidad que tenemos para no pensar en nada<br />

cuando nos conviene. Por ejemplo, decidimos no pensar cuando intentamos<br />

alcanzar la f<strong>el</strong>icidad. Bien; la cuestión es que, al entrar en casa de N<strong>el</strong>son,<br />

comprendí que había decidido no pensar, a causa de lo cual me sentí avergonzada<br />

y humillada.<br />

Se trataba de un piso grande, lleno de muebles <strong>el</strong>egidos sin gusto y más<br />

bien anónimos. Por lo demás, sabía que cuando se trasladaran a otra casa y la<br />

llenaran con sus propios objetos, seguirían resultando anónimos: ésa era la<br />

característica d<strong>el</strong> anonimato, la seguridad d<strong>el</strong> anonimato, algo que entiendo bien,<br />

demasiado bien. Mencionaron <strong>el</strong> alquiler que pagaban por <strong>el</strong> piso, y yo me llené de<br />

asombro: treinta libras a la semana es una fortuna, una locura. Había allí alrededor<br />

de doce invitados y todos eran americanos que tenían algo que ver con la t<strong>el</strong>evisión<br />

o con <strong>el</strong> cine; gente d<strong>el</strong> «negocio de los espectáculos», y se hacían bromas sobre<br />

<strong>el</strong>lo.<br />

—Estamos en <strong>el</strong> show biz. Y ¿por qué no ¿Verdad que no hay nada de malo<br />

en <strong>el</strong>lo<br />

Al parecer, todos se conocían, lo que suponía, evidentemente, que todos<br />

estaban en <strong>el</strong> negocio de los espectáculos y que todos tenían los contactos<br />

415

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!