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el-cuaderno-dorado_dorislessing

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—¿Puedes explicarme, camarada Anna, en seis palabras, o en ocho si no es<br />

pedir demasiado de tu valioso tiempo, por qué es mala esta nov<strong>el</strong>a<br />

—Porque a mi entender, <strong>el</strong> autor ha trasplantado, intactos, sus recuerdos de<br />

los años treinta a la Inglaterra de 1954, y aparte de eso parece abrigar la impresión<br />

de que la gran clase obrera británica es leal al Partido comunista.<br />

Los ojos se le encienden de ira. De súbito, levanta <strong>el</strong> puño y golpea <strong>el</strong><br />

escritorio de Jack.<br />

—¡Que lo publiquen, maldita sea! —grita—. ¡Que lo publiquen, maldita sea!<br />

Lo digo yo.<br />

Resulta tan estrambótico que yo me echo a reír. Luego me doy cuenta de<br />

que debí preverlo. Ante mi risa y la sonrisa de Jack, John Butte parece retorcerse<br />

de ira. Se parapeta más y más detrás de las barricadas erigidas por sí mismo para<br />

encerrarse en una fortaleza interior, mientras nos mira con ojos firmes y airados.<br />

—Parece que te divierto, Anna. ¿Podrías tener la amabilidad de explicarme<br />

por qué<br />

Me sigo riendo y miro a Jack, que me hace una señal con la cabeza: sí,<br />

explícate. Vu<strong>el</strong>vo a mirar a John Butte, reflexiono y digo:<br />

—Tus palabras compendian lo que no funciona en <strong>el</strong> Partido. El hecho que se<br />

usen los lemas d<strong>el</strong> humanismo decimonónico, predicando <strong>el</strong> valor frente a los<br />

riesgos, la verdad frente a la mentira, y todo para defender la publicación de un<br />

libro detestable y falso por una editorial comunista que no arriesga nada<br />

publicándolo, ni siquiera la reputación de integridad, es la cristalización de la<br />

podredumbre int<strong>el</strong>ectual d<strong>el</strong> Partido.<br />

Estoy enojadísima. Luego me acuerdo de que trabajo para esta editorial, de<br />

que no soy quién para criticarla, de que Jack la dirige, y de que, de hecho,<br />

publicará la nov<strong>el</strong>a. Temo haber ofendido a Jack y le miro: me devu<strong>el</strong>ve la mirada,<br />

con calma, y luego hace una inclinación de cabeza, sólo una, y sonríe. John Butte<br />

ve <strong>el</strong> gesto de la cabeza y la sonrisa. Jack se vu<strong>el</strong>ve para enfrentarse con la ira de<br />

John, una ira justa, a pesar de todo, porque defiende <strong>el</strong> bien, la justicia y la verdad.<br />

Más tarde, los dos discutirán lo sucedido. Jack me dará la razón a mí, <strong>el</strong> libro se<br />

publicará...<br />

—¿Y <strong>el</strong> otro libro —pregunta Butte.<br />

Pero yo estoy harta e impaciente. Pienso que, al fin y al cabo, a este niv<strong>el</strong><br />

debe juzgarse al Partido, al niv<strong>el</strong> en que se toman las decisiones, en que se realizan<br />

tareas concretas, y no al niv<strong>el</strong> de las conversaciones que tengo con Jack, y que no<br />

afectan en nada al Partido. De pronto, concluyo que debo abandonar <strong>el</strong> Partido. Me<br />

interesa <strong>el</strong> hecho de que lo decida en este momento, y no en otro.<br />

—Así, pues —digo amablemente—, se publicarán los dos libros y la discusión<br />

habrá sido muy interesante, ¿no<br />

—Sí, gracias, camarada Anna. De veras que lo ha sido—dice <strong>el</strong> camarada<br />

John Butte.<br />

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