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el-cuaderno-dorado_dorislessing

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arbitrarios propios de su trabajo. No obstante, eran amables. La suya era una<br />

manera atractiva, abierta y natural de mostrarse amables. A mí me gustaba, pues<br />

me recordaba la amabilidad natural y sin ceremonias de los blancos en África:<br />

«Hola, ¿cómo estás Aquí tienes mi casa. No importa que sólo te haya visto una<br />

vez». Sí, aqu<strong>el</strong>lo me gustaba. Según <strong>el</strong> criterio de los ingleses, todos eran ricos. En<br />

Inglaterra, la gente tan rica como <strong>el</strong>los no habla de dinero, lo que no ocurre con los<br />

americanos, que siempre parecen ansiosos de dólares. No obstante, a pesar d<strong>el</strong><br />

dinero y de que «todo era tan caro» (lo cual les parece siempre tan natural), entre<br />

aqu<strong>el</strong>los americanos había un ambiente de clase media difícil de describir. Intentaré<br />

definirlo: un tipo de ordinariez d<strong>el</strong>iberada, un rebajamiento d<strong>el</strong> individuo; como si<br />

todos llevaran dentro la necesidad de amoldarse a lo que se espera de <strong>el</strong>los, lo que<br />

no constituye impedimento para que a uno le caigan bien, pues se trata de<br />

exc<strong>el</strong>entes personas. Por eso se les observa con dolor, por haber escogido ese<br />

rebajarse ante sí mismos, ese autolimitarse. Los límites, por supuesto, son de<br />

dinero. (Sin embargo, ¿por qué la mitad de <strong>el</strong>los eran gente de izquierdas Habían<br />

estado en la lista negra y se hallaban en Inglaterra porque en América no se podían<br />

ganar la vida.) ¡Dinero, siempre dinero! Podía sentirse en <strong>el</strong> aire la ansiedad por <strong>el</strong><br />

dinero, como si se hubiera tratado de un signo de interrogación. No obstante, con<br />

<strong>el</strong> alquiler d<strong>el</strong> piso grande y feo de N<strong>el</strong>son se habría podido mantener con holgura<br />

una familia inglesa de clase media.<br />

Por mi parte, me sentía secretamente fascinada por la mujer de N<strong>el</strong>son. En<br />

parte creo que era una curiosidad normal: ¿cómo será esta persona Pero, en<br />

parte, se trataba de algo que también me causaba vergüenza: ¿qué tengo yo que<br />

pueda faltarle a <strong>el</strong>la Nada. Al menos, nada que yo pudiera ver.<br />

Se trataba de una judía alta y muy d<strong>el</strong>gada, casi huesuda. Era también muy<br />

atractiva, con rasgos marcados y sorprendentes, todos <strong>el</strong>los muy acentuados: una<br />

boca grande y animada; la nariz también grande, con una curva bastante hermosa;<br />

los ojos de gran tamaño y prominentes, negros y vistosos. Iba vestida de colores<br />

vivos. Tenía una voz alta y aguda (que yo detesté; detesto las voces altas) y una<br />

risa como fingida. Tenía mucho estilo y aplomo, que yo, naturalmente, no dejé de<br />

envidiar. Por lo demás, al mirarla más detenidamente, pude percibir que <strong>el</strong> suyo<br />

era un aplomo superficial, pues no quitó ni un momento los ojos de N<strong>el</strong>son. (A<br />

cambio, él no la miraba nunca, pues sin duda le daba miedo.) Esta característica<br />

empiezo a reconocerla como típica de las americanas: se trata de una eficiencia<br />

superficial basada en la seguridad, por debajo de la cual se halla la ansiedad. La<br />

mirada que posan sobre los hombres es una mirada nerviosa y atemorizada.<br />

Indudablemente, tienen miedo. Parece como si se encontraran solas en alguna<br />

parte d<strong>el</strong> espacio y pretendieran no estarlo. Tienen la mirada de las gentes que se<br />

sienten solas y aisladas, pero que pretenden aparentar todo lo contrario. En <strong>el</strong><br />

fondo, a mí me dan miedo.<br />

Desde <strong>el</strong> momento que entró N<strong>el</strong>son, <strong>el</strong>la no le quitó los ojos de encima. Él<br />

adoptó su tono bromista y dicharachero, <strong>el</strong> de la auto-flag<strong>el</strong>ación y la<br />

autodefinición, que a mí tanto me asusta, porque acepta tantas cosas:<br />

—El hombre llega dos horas tarde, pero ¿por qué Pues porque se estaba<br />

emborrachando para enfrentarse con la f<strong>el</strong>iz v<strong>el</strong>ada social que le espera.<br />

(Y todos sus amigos se rieron, a pesar de que <strong>el</strong>los eran la f<strong>el</strong>iz v<strong>el</strong>ada<br />

social.) Ella, en <strong>el</strong> mismo estilo alegre de tensión acusadora, replicó:<br />

—Los demás ya sabían que llegaría dos horas tarde, debido a la f<strong>el</strong>iz v<strong>el</strong>ada<br />

social, y por eso la cena era a las diez; ¡por favor, no te preocupes en absoluto!<br />

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