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el-cuaderno-dorado_dorislessing

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Se detuvo, porque no sabía si él la escuchaba: su mirada se dirigía hacia la<br />

pared, a cierta distancia de <strong>el</strong>la. Súbitamente, volvió los ojos oscuros y abstraídos<br />

hacia <strong>el</strong>la, y en un tono de leve sarcasmo, desconocido para su interlocutora, dijo:<br />

—Continúa, Anna. Es una gran rev<strong>el</strong>ación para mí oír a una persona de tanta<br />

experiencia hablar de sus sentimientos.<br />

No obstante, mantenía los ojos muy serios, y <strong>el</strong>la se tragó la irritación que le<br />

había causado su tono sarcástico, antes de proseguir:<br />

—Mi opinión es que no se trata de nada terrible. Quiero decir que puede ser<br />

terrible, pero no hace daño, no es venenoso eso de pasarse sin algo que uno<br />

quisiera tener. No es malo decir: «El trabajo que hago no es realmente lo que me<br />

hubiera gustado hacer. Podría hacer algo más importante». O: «Necesito amor,<br />

pero sobrevivo sin él». Lo que resulta funesto es pretender que lo de segunda clase<br />

es de primera. Pretender que no necesitas amor, y que lo necesites; o que te gusta<br />

<strong>el</strong> trabajo que haces, cuando en realidad sabes perfectamente que podrías hacer<br />

algo mejor. Sería horrible que yo dijera, por sentido de culpabilidad o algo así, que<br />

quería al padre de Janet, si sé muy bien que no es verdad. O que tu madre<br />

afirmara que quiso a Richard o que hace un trabajo que le satisface...<br />

Anna se calló. Tommy había hecho un gesto con la cabeza. No sabía si<br />

quería decir que le agradaba oírla o que todo era tan obvio que no le interesaba lo<br />

más mínimo. Volvió hacia donde estaban los <strong>cuaderno</strong>s y abrió <strong>el</strong> de tapas azules.<br />

Anna vio cómo los hombros se le sacudían movidos por una risa sarcástica, emitida<br />

con ánimo de hacerla enfadar.<br />

—¿Qué hay<br />

Leyó en voz alta:<br />

—«Doce de marzo de 1956. Janet se vu<strong>el</strong>ve súbitamente agresiva y difícil.<br />

En conjunto, es una fase difícil.»<br />

—Bueno ¿y qué<br />

—Me acuerdo de una vez que le preguntaste a mi madre: « ¿Cómo está<br />

Tommy». Y <strong>el</strong>la, que no tiene una voz muy apta para secretos, te contestó, en un<br />

susurro resonante: «Está en una fase difícil».<br />

—Quizás era verdad.<br />

—¡Una fase! Era una noche que cenabas con mi madre, en la cocina,<br />

mientras yo estaba en la cama, escuchando. Vosotras reíais y charlabais... Bajé por<br />

un vaso de agua. Me sentía desgraciado. Todo me preocupaba; no podía hacer los<br />

deberes de la escu<strong>el</strong>a, y por la noche me cogía miedo. Naturalmente que <strong>el</strong> vaso de<br />

agua era un pretexto. Quería estar en la cocina, por la manera en que os reíais.<br />

Quería estar cerca de aqu<strong>el</strong>la risa. No quería que os dierais cuenta de que tenía<br />

miedo. Desde <strong>el</strong> otro lado de la puerta oí tu pregunta: «¿Cómo está Tommy». Y la<br />

respuesta de mi madre: «Está en una fase difícil».<br />

—Bueno ¿y qué<br />

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