09.02.2015 Views

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Era cierto. Tumbada en la oscuridad, entre los brazos de Paul, pensó que,<br />

poco a poco, aqu<strong>el</strong>los brazos la habían aislado de todo lo demás. Salía muy poco,<br />

porque no le gustaba ir sola y porque había aceptado, desde muy al principio, que<br />

salir los dos con un grupo de amigos causaba demasiados problemas. Paul se<br />

mostraba c<strong>el</strong>oso o bien se quejaba de no encajar bien entre sus amigos literatos, a<br />

lo que Ella replicaba:<br />

—No son amigos, son conocidos.<br />

No tenía ningún lazo vital, aparte su hijo y Julia, a la cual no perdería<br />

porque era una amistad para toda la vida. De modo que le preguntó:<br />

—Puedo ir contigo, ¿verdad<br />

Él vaciló y repuso, riendo:<br />

—Pero ¿tú vas a renunciar a tu excitante mundillo de literatos londinenses<br />

Ella le dijo que estaba loco y se puso a hacer planes para la marcha.<br />

Un día, él la llevó a su casa. No había nadie, pues su mujer había salido de<br />

vacaciones con los niños. Ocurrió al salir de ver juntos una p<strong>el</strong>ícula, cuando él dijo<br />

que quería pasar a recoger una camisa limpia. Detuvo <strong>el</strong> coche frente a una casita<br />

integrada en una hilera de viviendas idénticas, en un suburbio situado al norte d<strong>el</strong><br />

barrio de Shepherd Bush. Abandonados en un trocito de jardín se veían algunos<br />

juguetes.<br />

—Siempre le estoy diciendo a Muri<strong>el</strong> que vigile a los niños —se lamentó,<br />

irritado—, Pero nada. No hay derecho a que siempre dejen sus cosas tiradas por<br />

ahí.<br />

Entonces Ella comprendió que aqu<strong>el</strong> era su hogar.<br />

—En fin, entra un momento.<br />

Contra su voluntad, Ella le siguió. El recibidor estaba empap<strong>el</strong>ado con <strong>el</strong><br />

dibujo floreado de rigor y tenía, además, un aparador de madera oscura y una<br />

alfombra bastante bonita. Por alguna misteriosa razón, Ella sintió que todo aqu<strong>el</strong>lo<br />

era más bien consolador. El salón pertenecía a una moda distinta: estaba<br />

empap<strong>el</strong>ado con tres pap<strong>el</strong>es diferentes y decorado con cortinas y cojines<br />

discordantes. Se notaba que había sido remozado recientemente, pues parecía<br />

formar parte de una exposición. Era deprimente, y Ella siguió a Paul hasta la cocina<br />

en busca de la camisa limpia, que en aqu<strong>el</strong>la ocasión era una revista médica que<br />

necesitaba. La cocina era la pieza donde se pasaba la mayor parte d<strong>el</strong> tiempo, y se<br />

notaba. Una de las paredes estaba empap<strong>el</strong>ada de rojo, y parecía que se iban a<br />

introducir modificaciones. Encima de la mesa se veían montones de números de<br />

Mujeres y Hogar. A Ella le pareció que alguien le había asestado un golpe<br />

alevosamente. No obstante, pensó que, al fin y al cabo, si <strong>el</strong>la trabajaba para aqu<strong>el</strong><br />

siniestro y pretencioso semanario, no tenía derecho a burlarse de quien lo leyera.<br />

Se dijo que no conocía a nadie que se absorbiera sinceramente en su tarea; todos<br />

parecían trabajar de mala gana, cínicamente o adoptando una actitud<br />

contradictoria. O sea que Ella no era peor que los otros. Sin embargo, todo fue<br />

inútil, pues en un rincón había un t<strong>el</strong>evisor pequeño, y se imaginó a la mujer<br />

sentada allí, noche tras noche, leyendo Mujeres y Hogar mientras contemplaba la<br />

t<strong>el</strong>evisión y soportaba <strong>el</strong> ruido que los niños hacían arriba. Cuando Paul se dio<br />

189

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!