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el-cuaderno-dorado_dorislessing

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—Yo no tengo nada qué pensar. No vu<strong>el</strong>vo. ¿Para qué serviría No sé lo que<br />

debo hacer con mi vida, pero sé que si vu<strong>el</strong>vo con Richard estoy acabada.<br />

Le brotaron lágrimas de los ojos, se levantó y huyó a la cocina. Tommy<br />

aguzó <strong>el</strong> oído con un gesto de la cabeza, tensando los músculos d<strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo, atento a<br />

lo que sucedía en la cocina.<br />

—Has ejercido una influencia muy positiva sobre Marion —observó Anna, en<br />

voz queda.<br />

—¿Tú crees —inquirió él, con unas ganas lamentables de que se lo dijeran.<br />

—El caso es que debes mantenerte junto a <strong>el</strong>la para ayudarla. No es tan fácil<br />

deshacer un matrimonio que ha durado veinte años, casi tantos como los que<br />

tienes tú. —Se levantó—. Y opino que no debieras ser tan duro con todos nosotros<br />

—añadió en voz queda y hablando rápidamente; para su sorpresa, su tono era de<br />

súplica.<br />

Pensaba: «Esto no lo siento. ¿Por qué, pues, lo digo». Él sonreía,<br />

consciente, con aire arrepentido, sonrojándose. Su sonrisa iba dirigida detrás<br />

mismo de su hombro izquierdo. Ella se puso en la línea de su mirada. «Todo lo que<br />

diga ahora va a oírlo <strong>el</strong> Tommy de antes.» Pero no se le ocurría qué decir.<br />

—Ya sé lo que piensas, Anna.<br />

—¿Qué<br />

—En algún rincón de tu cabeza, estás pensando: «No soy más que una<br />

maldita asistenta social. ¡Vaya manera de perder <strong>el</strong> tiempo!».<br />

Anna se rió con alivio; él le hacía una broma.<br />

—Algo por <strong>el</strong> estilo.<br />

—Sí, ya lo sabía —su tono era triunfal—. Pues mira, Anna, he reflexionado<br />

mucho sobre este tipo de cosas desde que traté de pegarme un tiro, y he llegado a<br />

la conclusión de que te equivocas. Opino que la gente necesita que los demás se<br />

muestren afectuosos.<br />

—Es muy posible que tengas razón.<br />

—Sí. Nadie cree realmente que las grandes cosas sirvan para algo.<br />

—¿Nadie —repitió Anna secamente, pensando en la manifestación en la que<br />

Tommy había tomado parte—. ¿Ya no te lee los periódicos Marion<br />

Tommy sonrió con tanta sequedad como <strong>el</strong>la, y prosiguió:<br />

—Sí, ya sé lo que quieres decir. Pero así y todo es verdad. ¿Sabes lo que la<br />

gente desea, en <strong>el</strong> fondo Todos, quiero decir. Todo <strong>el</strong> mundo piensa: «Ojalá<br />

hubiera una persona con la que pudiera hablar, que pudiera comprenderme de<br />

veras, que fuera buena conmigo». Esto es lo que la gente desea, cuando dice la<br />

verdad.<br />

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