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el-cuaderno-dorado_dorislessing

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había una personalidad aparte de la Anna que dormía, pero no sé quién era esa<br />

persona. Era alguien preocupado por evitar la desintegración de Anna.<br />

Mientras yacía en la superficie d<strong>el</strong> agua d<strong>el</strong> sueño y empezaba a sumergirme<br />

poco a poco, aqu<strong>el</strong>la persona dijo:<br />

—Anna, traicionas todas tus creencias; estás inmersa en la subjetividad, en<br />

ti misma, en tus necesidades.<br />

Pero la Anna que deseaba sumergirse en <strong>el</strong> agua oscura no respondía. La<br />

persona desinteresada prosiguió:<br />

—Siempre te habías creído una persona fuerte, pero este hombre es mil<br />

veces más valiente que tú, pues ha tenido que luchar durante años; en cambio tú,<br />

al cabo de unas semanas, ya estás dispuesta a ceder.<br />

Pero la Anna que dormía estaba ya debajo mismo de la superficie d<strong>el</strong> agua,<br />

meciéndose en <strong>el</strong>la, deseando bajar a las negras profundidades. La otra le<br />

amonestó:<br />

—Lucha, lucha, lucha.<br />

Me quedé meciéndome debajo d<strong>el</strong> agua, y la voz estaba callada. Entonces<br />

supe que la profundidad d<strong>el</strong> agua debajo de mí se había hecho p<strong>el</strong>igrosa, llena de<br />

monstruos y de cocodrilos y de cosas que apenas podía imaginar. Pero <strong>el</strong> p<strong>el</strong>igro<br />

que <strong>el</strong>las representaban era lo que me tiraba hacia abajo. Deseaba <strong>el</strong> p<strong>el</strong>igro.<br />

Luego, a través d<strong>el</strong> agua ensordecedora, oí a la voz que decía:<br />

—Lucha, lucha.<br />

Vi que <strong>el</strong> agua no era nada profunda, que era sólo una capa d<strong>el</strong>gada de agua<br />

maloliente al fondo de una jaula sucia. Encima, sobre la parte superior de la jaula,<br />

estaba extendido <strong>el</strong> tigre. Y la voz:<br />

—Anna, tú sabes volar. Vu<strong>el</strong>a.<br />

Entonces me arrastré despacio, como borracha, de rodillas, hasta que me<br />

levanté y traté de volar, pisando <strong>el</strong> aire podrido con los pies. Era tan difícil que casi<br />

me desmayé. El aire era demasiado d<strong>el</strong>gado y no me aguantaba. Pero me acordaba<br />

de cómo había volado otra vez, y por eso, haciendo un gran esfuerzo a cada<br />

pisada, me alcé y me agarré a las rejas, quedándome de pie junto al tigre. Estaba<br />

inmóvil, guiñándome sus ojos verdes. Encima estaba aún <strong>el</strong> techo d<strong>el</strong> edificio, y<br />

tuve que empujar <strong>el</strong> aire hacia abajo con los pies para atravesarlo. Luché de nuevo<br />

y, poco a poco, me alcé hasta que <strong>el</strong> tejado desapareció. El tigre estaba extendido<br />

a sus anchas encima de una jaulita inútil, guiñando los ojos, con una pata<br />

extendida que me tocaba <strong>el</strong> pie. Sabía que no tenía nada que temer d<strong>el</strong> tigre. Era<br />

un hermoso animal r<strong>el</strong>uciente, estirado bajo la caliente luz de la luna. Le dije:<br />

—Es tu jaula.<br />

No se movió, pero bostezó, mostrando las blancas hileras de dientes. Luego<br />

se oyó <strong>el</strong> ruido de los hombres que iban a por él. Lo iban a coger y a enjaular.<br />

—¡Corre, rápido!<br />

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