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el-cuaderno-dorado_dorislessing

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—Bajamos en Westminster. Pasamos caminando frente al Parlamento, y él<br />

comentó —supongo que pensando en los mezquinos políticos de aqu<strong>el</strong>la casa—:<br />

«No debí convertirme en político. En un movimiento de liberación nacional, toda<br />

clase de personas se comprometen accidentalmente, como hojas llevadas por un<br />

polvo maligno... —Luego reflexionó sobre <strong>el</strong>lo un momento y prosiguió—: Me<br />

parece muy probable que, después de conseguir la independencia, me vu<strong>el</strong>va a<br />

encontrar en la cárc<strong>el</strong>. No soy <strong>el</strong> tipo adecuado para los primeros años de una<br />

revolución. No me siento a mis anchas haciendo discursos populares. Soy más f<strong>el</strong>iz<br />

escribiendo artículos analíticos. —Y más tarde, cuando entramos a tomar <strong>el</strong> té en<br />

un bar, añadió—: Por una razón u otra, espero pasar muchos años de mi vida en la<br />

cárc<strong>el</strong>». ¡Éstas fueron sus palabras!<br />

La voz de Anna volvió a quebrarse. « ¡Dios mío —pensó—, si me viera a mí<br />

misma, me repugnaría todo este sentimentalismo! Bueno, me estoy poniendo<br />

enferma.» Y en voz alta y temblorosa:<br />

—No debemos comentar frívolamente los principios en los que él cree.<br />

«Cada una de mis palabras es pura frivolidad», pensó. Marion interrumpió <strong>el</strong><br />

monólogo de Anna:<br />

—Parece un hombre maravilloso. Pero seguro que todos sus corr<strong>el</strong>igionarios<br />

no son como él.<br />

—Naturalmente que no. Su amigo, por ejemplo, es rimbombante y<br />

pendenciero, bebe y va de putas. Lo más probable es que sea <strong>el</strong> primer jefe de<br />

gobierno, pues tiene todas las cualidades necesarias... Ese si es o no es de<br />

vulgaridad, ya sabes.<br />

Marion se rió. Anna también. La risa era demasiado fuerte e incontrolada.<br />

—Hay otro —prosiguió Anna. (« ¿Quién —pensó—. No voy a ponerme a<br />

hablar de Charlie Themba.»)—. Es un dirigente sindical que se llama Charlie<br />

Themba. Un hombre violento y apasionado, muy p<strong>el</strong>eón y fi<strong>el</strong>... Bueno, pues<br />

recientemente hizo crac.<br />

—¿Hizo crac —inquirió Marion, de pronto—. ¿Qué quieres decir<br />

Anna pensó: «Sí, tenía la intención de hablar de Charlie desde <strong>el</strong> principio.<br />

En realidad, probablemente es a él a quien quería llegar».<br />

—Enloqueció. Pero ¿sabes, Marión, que lo realmente curioso es que al<br />

principio nadie se dio cuenta de que estaba enloqueciendo Porque los políticos,<br />

allí... son violentos, intrigantes, c<strong>el</strong>osos y rencorosos, muy como en la Inglaterra<br />

isab<strong>el</strong>ina... —Anna se detuvo. Marion fruncía <strong>el</strong> ceño, molesta—. Marion, ¿sabes<br />

que tienes cara de enfadada<br />

—¿Yo<br />

—Si, porque una cosa es pensar en «los pobres» y otra admitir que la<br />

política africana tenga algún parecido con la política inglesa, incluso con la de hace<br />

tanto tiempo.<br />

Marion se sonrojó, y luego se echó a reír.<br />

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