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el-cuaderno-dorado_dorislessing

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—Esto te lo crees tú —dijo él, maligno.<br />

—Es algo de lo que estoy muy segura.<br />

El diálogo se había agotado y entonces nos miramos, interesados. Yo dije:<br />

—Bueno, no tendremos que decir esto nunca más.<br />

Y él, interesado:<br />

—Espero que no.<br />

Salió, aprisa, movido por la energía de aqu<strong>el</strong> intercambio.<br />

Yo me levanté y pensé: «Podría enterarme de la verdad, yendo arriba a<br />

mirar su diario». Pero sabía que no lo haría, y que nunca lo volvería a hacer. Todo<br />

aqu<strong>el</strong>lo había terminado. Me sentía muy enferma. Fui a la cocina a tomar café,<br />

pero, en cambio, me puse un poco de whisky. Miré la cocina, muy clara, muy<br />

limpia. Entonces tuve un ataque de vértigo. Los colores me parecieron demasiado<br />

brillantes, como si se hubieran calentado. Tomé conciencia de todos los defectos de<br />

la cocina, que normalmente es una habitación que me agrada: había una grieta en<br />

<strong>el</strong> esmaltado blanco y r<strong>el</strong>uciente, polvo en un pasamanos, la pintura empezaba a<br />

perder color. Me invadió una sensación de ordinariez y fealdad. La cocina<br />

necesitaba ser totalmente pintada de nuevo, pero nada cambiaría que <strong>el</strong> piso fuera<br />

demasiado viejo y que las paredes se pudrieran en una casa que se pudría. Apagué<br />

las luces de la cocina y volví a la habitación. Pero no tardó en parecerme tan mal<br />

como la cocina. El rojo de las cortinas tenía un brillo ominoso y a la vez deslucido, y<br />

<strong>el</strong> blanco de las paredes estaba sucio. Me encontré dando vu<strong>el</strong>tas y más vu<strong>el</strong>tas a<br />

la habitación, clavando la mirada en las paredes, en las cortinas, en la puerta,<br />

rep<strong>el</strong>ida por la sustancia física de que estaba hecha la habitación, mientras que los<br />

colores me atacaban con su ardiente irrealidad. Miraba <strong>el</strong> cuarto, como miraría la<br />

cara de alguien a quien conociera mucho por las hu<strong>el</strong>las de fatiga o tensión: a la<br />

mía o a la de Saul, por ejemplo, sabiendo lo que hay detrás de mi carita limpia y<br />

bien compuesta, o lo que hay detrás de la cara ancha, abierta y rubia de Saul, que<br />

tiene aspecto de enferma, de acuerdo, pero ¿quién imaginaría, sin haberla<br />

experimentado, la explosión de posibilidades que se despliegan por su mente O la<br />

cara de una mujer en <strong>el</strong> tren, cuando adivino por un ceño tenso o un nudo de<br />

sufrimiento que esconde un mundo en desorden, y entonces me maravillo de la<br />

capacidad que tienen los seres humanos para mantenerse enteros ante las<br />

dificultades. Mi cuarto grande se había convertido, como la cocina, no en la concha<br />

confortable que me contenía, sino en un ataque continuo a mi atención desde cien<br />

puntos diferentes, como si cien enemigos esperaran a que me distrajera para<br />

arrastrarse a mis espaldas y atacarme. Un puño de la puerta que requería lustre,<br />

una marca de polvo sobre la pintura blanca, una raya amarillenta donde <strong>el</strong> rojo de<br />

la cortina se había descolorido, la mesa donde había escondido mis viejos<br />

<strong>cuaderno</strong>s: todo me asaltaba, clamaba contra mí, con ardientes olas de náusea<br />

balanceante. Sabía que tenía que llegar hasta la cama, y de nuevo tuve que<br />

arrastrarme por <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o para lograrlo. Me eché y, antes de dormirme, supe ya que<br />

<strong>el</strong> proyeccionista me esperaba.<br />

También sabía lo que iba a decirme. Saber era como una «iluminación».<br />

Durante aqu<strong>el</strong>las semanas pasadas de locura y de haber perdido <strong>el</strong> sentido d<strong>el</strong><br />

tiempo, había tenido estos momentos de «saber», seguidos, pero no había manera<br />

de poner en palabras la clase de saber. Sin embargo, estos momentos han tenido<br />

una fuerza tal, como las rápidas iluminaciones de un sueño que quedan al<br />

despertar, que lo que he aprendido será parte de cómo vea la vida hasta que<br />

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