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el-cuaderno-dorado_dorislessing

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convencionales; en Molly, cuyo valor se había gastado totalmente en lágrimas de<br />

apatía; en Marion, que había superado <strong>el</strong> sufrimiento para adoptar una desfachatez<br />

histérica; en Tommy... Pero de él sólo podía ver la imagen de su cara ciega y<br />

testaruda; sentía como una especie de fuerza que irradiaba de él, aunque no sabía<br />

cómo llamarla.<br />

De pronto, empezó a reírse tontamente. Anna oyó su risita y pensó: «Sí, es<br />

la risa de Tommy aqu<strong>el</strong>la noche que vino a verme, antes de intentar matarse. Qué<br />

curioso; es la primera vez que me oigo reír de esta forma. ¿Qué habrá sucedido con<br />

aqu<strong>el</strong>la persona que había en <strong>el</strong> interior de Tommy y que se reía de aqu<strong>el</strong>la forma<br />

Ha desaparecido d<strong>el</strong> todo, supongo. Tommy debió de matarla cuando se atravesó la<br />

cabeza con una bala. ¡Qué extraño que yo su<strong>el</strong>te esta risa viva y absurda! ¿Qué voy<br />

a decirle a Tommy Ni sé qué está pasando. ¿De qué se trata Tengo que<br />

acercarme a Marion y a Tommy, y decirles que acaben con esta comedia de que se<br />

interesan por <strong>el</strong> nacionalismo africano, que los dos saben muy bien cuán absurdo es<br />

todo eso».<br />

Anna se rió de nuevo, ante lo ridículo de la situación.<br />

A ver, ¿qué diría Tom Mathlong Se imaginó a sí misma sentada a una mesa<br />

de café, frente a Tom Mathlong, contándole lo de Marion y Tommy. Él la escucharía<br />

y diría: «Anna, ¿me estás diciendo que esas dos personas han decidido trabajar en<br />

pro de la liberación de África ¿Y a mí por qué deben importarme sus motivos».<br />

Pero luego se echaría a reír. Sí, Anna podía oír su risa profunda, llena, que le salía<br />

d<strong>el</strong> estómago. Sí. Se pondría las manos sobre las rodillas y se reiría; luego,<br />

sacudiría la cabeza para añadir: «Mi querida Anna, ¡ojalá tuviéramos vuestros<br />

problemas!»,<br />

Anna, al oír la risa, se sintió mejor. Apresuradamente, cogió varios recortes<br />

de pap<strong>el</strong> sugeridos por <strong>el</strong> recuerdo de Tom Mathlong, los metió en <strong>el</strong> bolso y echó a<br />

correr calle abajo, hacia la casa de Molly. Mientras andaba, pensó en la<br />

manifestación en que Tom y Marion habían sido detenidos. La manifestación no se<br />

había parecido en nada a las ordenadas manifestaciones políticas que organizaba <strong>el</strong><br />

Partido comunista en los viejos tiempos, ni a los mítines laboristas. No; había sido<br />

algo fluido, experimental..., con gente que hacía cosas sin saber por qué. La riada<br />

de jóvenes había corrido hacia las oficinas d<strong>el</strong> país africano como <strong>el</strong> agua. Nadie les<br />

había dirigido o controlado. Luego, <strong>el</strong> raudal de gente alrededor d<strong>el</strong> edificio,<br />

gritando lemas, se diría que para escuchar cómo sonaban... y la llegada de la<br />

policía, que también parecía vacilar, tantear la situación, sin saber qué esperaba.<br />

Anna se quedó al margen, observando. Por debajo d<strong>el</strong> movimiento nervioso y fluido<br />

de gente y policías, había un esquema o dibujo. Cerca de una docena o veintena de<br />

jóvenes, todos con la misma expresión en la cara, mirada fija, seria y fanática, se<br />

movían de tal manera que ridiculizaban y provocaban d<strong>el</strong>iberadamente a la policía.<br />

Pasaban corriendo junto a un policía o iban hasta otro, colocándose tan cerca de él<br />

que le caía <strong>el</strong> casco sobre la cara; o bien le daban un golpe en <strong>el</strong> brazo, al parecer<br />

por accidente... Se escabullían, volvían, mientras los agentes les vigilaban. Uno tras<br />

otro, aqu<strong>el</strong>los jóvenes fueron detenidos porque se conducían de tal manera que<br />

había que detenerlos. Y en <strong>el</strong> instante de la detención, sus rostros adquirían una<br />

expresión satisfecha, de éxito. Se producía un instante de lucha: los policías usaban<br />

toda la brutalidad de que eran capaces, y en sus rostros se dibujaba una súbita<br />

expresión de cru<strong>el</strong>dad.<br />

Simultáneamente, la masa de estudiantes, que no había ido a buscar<br />

satisfacción a su íntima necesidad de desafiar y recibir <strong>el</strong> castigo de la autoridad,<br />

siguió lanzando gritos, y poniendo a prueba sus voces políticas. Sus r<strong>el</strong>aciones con<br />

la policía eran de muy otra índole; no existía ningún lazo entre <strong>el</strong>los y la policía.<br />

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