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el-cuaderno-dorado_dorislessing

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Hacíamos más ruido y más bromas de lo acostumbrado. Me parece que<br />

todos nos dábamos cuenta de que era nuestro último fin de semana, aunque nadie<br />

hubiera decidido que no fuéramos a volver, d<strong>el</strong> mismo modo que fuimos la primera<br />

vez sin tomar ninguna decisión formal. Flotaba en <strong>el</strong> aire un sentimiento de pérdida<br />

irremediable, al que contribuía <strong>el</strong> hecho de que tanto Jimmy como Paul estaban<br />

pendientes de ser enviados pronto a su destino.<br />

Era casi medianoche cuando Paul observó que hacía mucho rato que Jimmy<br />

había desaparecido. Buscamos por entre <strong>el</strong> gentío de la sala, pero nadie le había<br />

visto. Paul y yo salimos a buscarle, y en la puerta nos encontramos con George. La<br />

noche era húmeda y estaba nublado. En aquélla parte d<strong>el</strong> país solía producirse una<br />

interrupción de dos o tres días en <strong>el</strong> buen tiempo constante que se consideraba lo<br />

normal, y durante dicho interludio caía una lluvia muy fina o soplaba una niebla<br />

suave, parecida a las brumas de Irlanda. Esto último era lo que ocurría en aqu<strong>el</strong>la<br />

ocasión. Diversos grupos y parejas tomaban <strong>el</strong> fresco, pero estaba demasiado<br />

oscuro para verles las caras, por lo que vagamos por entre <strong>el</strong>los tratando de<br />

descubrir a Jimmy por su silueta. El bar ya estaba cerrado y él no se encontraba ni<br />

en la terraza d<strong>el</strong> hot<strong>el</strong> ni en <strong>el</strong> comedor. Empezamos a preocuparnos, pues más de<br />

una vez habíamos tenido que sacarlo de algún macizo de flores o de debajo de los<br />

eucaliptos, completamente borracho. Buscamos en los dormitorios. Buscamos con<br />

cuidado en los jardines, tropezando contra los matorrales y las plantas, sin<br />

encontrarle. Estábamos parados detrás d<strong>el</strong> edificio principal d<strong>el</strong> hot<strong>el</strong>, tratando de<br />

decidir dónde más buscarle, cuando se encendieron las luces de la cocina, a unos<br />

seis pasos enfrente de nosotros. Jackson entró en la cocina despacio, solo. No sabía<br />

que alguien le estaba mirando. Nunca le había visto más que en guardia y cortés;<br />

en cambio, en aqu<strong>el</strong> momento, estaba enojado y mostraba preocupación. Recuerdo<br />

que le miré la cara y pensé que era como si nunca le hubiera visto antes. Tenía <strong>el</strong><br />

rostro alterado y miraba algo que había en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o. Nos ad<strong>el</strong>antamos un poco para<br />

ver, y allí estaba Jimmy tumbado, dormido o borracho, en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o de la cocina.<br />

Jackson se agachó para alzarle y, al hacerlo, detrás apareció la señora Boothby.<br />

Jimmy se despertó, vio a Jackson y levantó los brazos como un niño recién<br />

despierto, rodeando con <strong>el</strong>los <strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo d<strong>el</strong> cocinero. El negro dijo:<br />

—Baas Jimmy, Baas Jimmy, debería acostarse. No puede quedarse aquí.<br />

Y Jimmy replicó:<br />

—Tú me quieres, Jackson. ¿Verdad que me quieres Ninguno de los otros<br />

me quiere, pero tú sí.<br />

La señora Boothby estaba tan escandalizada que se apoyó contra la pared,<br />

con la cara de color gris. Para entonces ya estábamos los tres en la cocina,<br />

tratando de levantar a Jimmy y de desengancharle d<strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo de Jackson.<br />

La señora Boothby dijo:<br />

—Jackson, mañana te vas.<br />

—Señora, ¿qué he hecho<br />

La señora Boothby gritó, fuera de sí:<br />

—Sal. Vete. Llévate a tu puerca familia. No quiero veros nunca más. Mañana<br />

mismo o llamo a la policía.<br />

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