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el-cuaderno-dorado_dorislessing

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—Pues nada —dijo Anna, como si Richard no estuviera presente—, que<br />

Richard está preocupado porque Marion le resulta un problema.<br />

—Eso no es nada nuevo —repuso Molly, en <strong>el</strong> mismo tono.<br />

Richard estaba inmóvil, mirando alternativamente a las dos mujeres, que<br />

aguardaban, dispuestas a cambiar de tema, a que él se levantara y se fuera, a que<br />

se defendiera... Pero él no decía nada. Parecía fascinado por <strong>el</strong> espectáculo de las<br />

dos mujeres, ostentosamente hostiles a él; una cómica pareja unida en su<br />

aversión. Llegó incluso a dar pruebas de asentimiento con la cabeza, como si<br />

dijera: «Bien, seguid».<br />

Molly añadió:<br />

—Como todos sabemos, Richard se casó con una mujer inferior a él... No en<br />

<strong>el</strong> aspecto social, no...; bastante se cuidó él de no hacer tal cosa..., sino, según sus<br />

mismas palabras, con una mujer agradable y sencilla, aunque afortunadamente<br />

provista de toda una serie de lords y ladies esparcida por las ramas colaterales de<br />

la familia, muy útiles, qué duda cabe, para dar nombre a las empresas.<br />

En este punto, Anna soltó un bufido sardónico, pues ni los lords ni las ladies<br />

tenían nada que ver con <strong>el</strong> tipo de dinero que Richard controlaba. Pero Molly no<br />

hizo caso de la interrupción y continuó:<br />

—Claro que casi todos los hombres que conocemos están casados con<br />

mujeres agradables, sencillas y deprimentes. Es una pena, pobres. La verdad,<br />

Marion es una persona exc<strong>el</strong>ente, nada tonta, aunque ha estado casada durante<br />

quince años con un hombre que la hace creerse estúpida...<br />

—¡Qué harían estos hombres sin sus estúpidas esposas! —comentó Anna<br />

suspirando.<br />

—¡Oh» no lo puedo ni imaginar! Cuando quiero estar deprimida de veras,<br />

me pongo a pensar en todos los hombres brillantes que conozco, casados con<br />

esposas estúpidas. Se me parte <strong>el</strong> alma, en serio. Y, claro, ahí tenemos a la tonta y<br />

vulgar Marión. Como es natural, Richard le fue fi<strong>el</strong> por igual espacio de tiempo que<br />

los otros, es decir, hasta que <strong>el</strong>la fue a la clínica para tener <strong>el</strong> primer niño.<br />

—¿Por qué necesitáis remontaros tanto —exclamó Richard<br />

involuntariamente, como si aqu<strong>el</strong>la hubiera sido una conversación en serio, y de<br />

nuevo las dos mujeres rompieron a reír.<br />

Molly paró de reírse y dijo con seriedad, aunque impaciente:<br />

—¡Por Dios, Richard! ¿Por qué hablas como un idiota No haces más que<br />

compadecerte porque Marion es tu talón de Aquiles y aún nos preguntas por qué<br />

hemos de remontarnos tan al principio. —Hizo una pausa antes de espetarle, muy<br />

seria y acusadora—: Cuando Marion fue a la clínica.<br />

—De eso hace trece años —adujo Richard, agraviado.<br />

—Te apresuraste a venir a verme a mí. Parecías convencido de que me<br />

metería en la cama contigo, y llegaste a sentirte herido en tu orgullo masculino<br />

porque yo rehusé. ¿Te acuerdas Es que nosotras, las mujeres libres, sabemos que<br />

en <strong>el</strong> momento en que las esposas de nuestros amigos van a la clínica, sus queridos<br />

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