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el-cuaderno-dorado_dorislessing

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—A ver, señorita, déjeme a mí. —Y luego, hablando al t<strong>el</strong>éfono—: Nos<br />

llevamos a su amiga y al muchacho al hospital de St. Mary's. Creo que a su amiga<br />

le gustaría que usted la acompañara.<br />

—Voy en seguida.<br />

Anna se volvió hacia Marion. La cabeza de ésta se había desmoronado, y<br />

tenía la barbilla sobre <strong>el</strong> pecho. Anna la forzó para sacarla d<strong>el</strong> sillón, la llevó a<br />

empujones hasta la cama y la dejó allí, tumbada con naturalidad, con la boca<br />

abierta y la cara mojada de saliva y lágrimas. Tenía las mejillas encendidas de<br />

alcohol. Anna arrojó un montón de mantas sobre <strong>el</strong>la, apagó las estufas y las luces,<br />

y se echó a la calle tal como iba. Era bien pasada la medianoche. Nadie circulaba, ni<br />

un taxi. Corrió por la calle, sollozando, vio a un policía y corrió hacia él.<br />

—Tengo que ir al hospital —le dijo, agarrándos<strong>el</strong>e.<br />

Otro policía apareció por la esquina. Uno la aguantó, mientras <strong>el</strong> otro<br />

buscaba un taxi para acompañarla al hospital. Tommy no había muerto, pero se<br />

suponía que iba a morir al amanecer.<br />

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