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el-cuaderno-dorado_dorislessing

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ha estado en la cama con otra: no necesitará más que verle entrar en él dormitorio<br />

dando brincos de vanidad complacida.<br />

Ella decide: a) que será casta mientras no vu<strong>el</strong>va a enamorarse, y b) que no<br />

hablará de aqu<strong>el</strong> incidente con Julia.<br />

Al día siguiente t<strong>el</strong>efonea a Julia, se encuentran para almorzar y se lo cuenta<br />

todo. Piensa, mientras habla, que así como siempre ha rehusado hacerle<br />

confidencias a Patricia Brent o, por lo menos, se ha negado a ser cómplice de las<br />

críticas sardónicas que Patricia hace de los hombres (Ella cree que la ironía casi<br />

benevolente de las críticas que Patricia dirige a los hombres será la que un día<br />

llegue a dulcificar su propia amargura actual, y no está dispuesta a que ese día<br />

llegue), en cambio se muestra pronta en todo momento a confiarse a Julia, cuya<br />

amargura se transforma rápidamente en un desprecio corrosivo. De nuevo decide<br />

no dejarse llevar por este tipo de conversación con Julia, pensando que dos<br />

mujeres cuya amistad se basa en sus críticas a los hombres son lesbianas<br />

psicológica, si no lo son físicamente.<br />

Esta vez mantiene la palabra que se ha dado a sí misma de no hablar con<br />

Julia. Se encuentra aislada y sola.<br />

Entonces le pasa algo nuevo: empieza a sufrir atormentadores deseos<br />

sexuales. Ella está aterrorizada porque no puede acordarse de haber sentido nunca<br />

deseo sexual como algo en sí, sin referencia a un hombre determinado; o, por lo<br />

menos, no recuerda haberlo sentido desde su adolescencia, y entonces era siempre<br />

en r<strong>el</strong>ación con alguna fantasía acerca de un hombre. Ahora no puede dormir, se<br />

masturba al tiempo que experimenta odio hacia los hombres. Paul se ha<br />

desvanecido por completo en su mente. Ella ha perdido al hombre fuerte y cálido<br />

de su experiencia, y sólo puede recordar en él a un cínico traidor. Sufre deseo<br />

sexual en <strong>el</strong> vacío. Se siente muy humillada, pensando que eso significa su<br />

dependencia de los hombres para «las necesidades d<strong>el</strong> sexo», para «aplacarse»,<br />

para «saciarse». Utiliza estas expresiones cru<strong>el</strong>es para humillarse a sí misma.<br />

Luego se da cuenta de que ha caído en una falsedad acerca de sí misma, lo<br />

mismo que acerca de las mujeres, y de que no debe perder de vista la siguiente<br />

certidumbre: cuando estaba con Paul no sentía apetito sexual si no se lo provocaba<br />

él; cuando él se ausentaba por unos días, recuperaba la calma hasta que volvía. La<br />

rabiosa hambre sexual de ahora no provenía d<strong>el</strong> sexo, sino más bien de la penuria<br />

emocional de que adolecía toda su vida. En fin, estaba convencida de que cuando<br />

volviera a querer a un hombre, su espíritu recobraría la normalidad: la sexualidad<br />

de la mujer está contenida en <strong>el</strong> hombre, por así decirlo, a condición de que sea un<br />

hombre auténtico; está, en cierto sentido, adormecida por él. La mujer no piensa<br />

en <strong>el</strong> sexo.<br />

Ella se aferra a esta certidumbre y piensa: «Cada vez que mi vida atraviesa<br />

un período de sequedad, un período de muerte, hago lo mismo: me aferró a un<br />

conjunto de palabras, de expresiones que corresponden a un tipo de conocimiento,<br />

aun cuando soy consciente de que están muertas y carecen de sentido. Pero sé que<br />

la vida volverá y que las hará vivir también a <strong>el</strong>las. ¡Qué extraño resulta que una<br />

tenga que aferrarse a una serie de frases, y que, además, crea en <strong>el</strong>las!»<br />

Entre tanto, los hombres le hacen proposiciones y <strong>el</strong>la las rechaza porque<br />

sabe que no puede amarlos. Las palabras que usa para sí misma son: «No me<br />

acostaré con un hombre hasta que no sepa que puedo amarle».<br />

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