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el-cuaderno-dorado_dorislessing

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Molly apretaba un cojín contra sus pechos, abrazándolo y riéndose a<br />

carcajadas.<br />

—Entonces, él me replicó: «Pero Anna, cuando me invitaste a que entrara<br />

para tomar café sabías lo que significaba. Soy un hombre muy viril —puntualizó—,<br />

y con una mujer o tengo una r<strong>el</strong>ación con <strong>el</strong>la o no la tengo». Entonces ya me harté<br />

y dije: « ¡Por Dios, lárgate, Richard! Eres una lata...» O sea que, como puedes<br />

imaginar, era forzoso que hoy se produjeran... No sé si la palabra adecuada es<br />

tensiones entre Richard y yo.<br />

Molly contuvo su risa para poder hablar:<br />

—De todos modos, tanto tú como Richard debéis de estar locos.<br />

—Sí —repuso Anna, completamente en serio—. Sí, Molly, me parece que me<br />

he salvado por un p<strong>el</strong>o.<br />

Pero en aqu<strong>el</strong> momento, Molly se levantó y dijo, de prisa:<br />

—Voy a preparar algo para almorzar.<br />

La mirada que dirigió a Anna era de culpa y arrepentimiento. Anna también<br />

se puso de pie para decir:<br />

—Pues voy un momento contigo a la cocina.<br />

—Podrás contarme los chismes.<br />

—¡Ohhhh! —bostezó Anna, con naturalidad—. Bien pensado, ¿qué puedo<br />

contarte que sea nuevo Todo sigue igual, exactamente igual.<br />

—¿Después de un año El Vigésimo Congreso, Hungría, Suez... ¿Y la<br />

innegable progresión natural d<strong>el</strong> corazón humano de una cosa a otra ¿Tampoco<br />

esto ha cambiado<br />

La pequeña cocina era blanca, muy bien ordenada, con sus r<strong>el</strong>ucientes<br />

hileras de tazas, bandejas, platos pintados y las gotas de vapor que se<br />

condensaban en las paredes y <strong>el</strong> techo. Las ventanas estaban empañadas. El horno<br />

parecía brincar y palpitar con la fuerza d<strong>el</strong> calor que llevaba dentro. Molly abrió de<br />

golpe la ventana, y un olor caliente de carne asada se esparció inmediatamente por<br />

los tejados húmedos y los patios sucios, a la vez que la luz d<strong>el</strong> sol rebotó como una<br />

p<strong>el</strong>ota contra <strong>el</strong> marco y cayó al interior de la cocina.<br />

—¡Inglaterra! —dijo Molly—. Inglaterra. Esta vez <strong>el</strong> regreso ha sido peor que<br />

nunca. Ya en <strong>el</strong> barco empecé a sentir cómo se me escapaba d<strong>el</strong> cuerpo la energía.<br />

Ayer fui de tiendas y miré todas estas caras amables, honestas... ¡Todo <strong>el</strong> mundo<br />

es tan bondadoso, tan decente y tan asquerosamente aburrido! —Lanzó una breve<br />

mirada por la ventana, y luego se volvió de espaldas a <strong>el</strong>la con determinación.<br />

—Más vale que aceptemos <strong>el</strong> hecho de que nosotras, y todo <strong>el</strong> mundo que<br />

conocemos, seguramente nos vamos a pasar la vida quejándonos de Inglaterra. Sin<br />

embargo, vivimos en <strong>el</strong>la...<br />

—Yo me vu<strong>el</strong>vo a marchar pronto. Me iría mañana mismo si no fuera por<br />

Tommy. Ayer estuve ensayando en <strong>el</strong> teatro. Todos los hombres d<strong>el</strong> personal son<br />

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