09.02.2015 Views

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

encontraran no intercambiarían una sola palabra de desconfianza) son los dos con<br />

quienes puedo hablar, los dos que comprenden lo que siento: forman parte de la<br />

misma experiencia. Estoy en <strong>el</strong> lavabo, perfumándome los sobacos para<br />

contrarrestar <strong>el</strong> olor de la mohosa sangre que se ha derramado, y de pronto caigo<br />

en la cuenta de que lo que estoy pensando sobre Jack y Micha<strong>el</strong> es la pesadilla d<strong>el</strong><br />

p<strong>el</strong>otón de fusilamiento y de los prisioneros que se cambian de sitio. Me siento<br />

mareada y confusa. Subo a mi despacho y pongo a un lado los grandes montones<br />

de revistas: Voks, Soviet Literature, Peoples for Freedom Awake!, China Reborn,<br />

etc., etc. (<strong>el</strong> espejo donde hace un año que me contemplo), y veo que no puedo<br />

volver a leerlas. Simplemente, me resulta imposible leerlas. Ya no me dicen nada,<br />

no les encuentro ningún interés. Miro qué hay, hoy, en materia de «labor social». Y<br />

entonces Jack entra, porque John Butte ha vu<strong>el</strong>to al cuart<strong>el</strong> general, y me<br />

pregunta:<br />

—Amia, ¿quieres compartir conmigo <strong>el</strong> té y los bocadillos<br />

Jack vive d<strong>el</strong> salario oficial d<strong>el</strong> Partido, que asciende a ocho libras, y su<br />

esposa gana aproximadamente lo mismo como maestra, Por lo tanto, tiene que<br />

procurar no excederse en sus gastos, y <strong>el</strong> no almorzar en un restaurante constituye<br />

un ahorro. Le agradezco su invitación, voy a su despacho y hablamos. No sobre las<br />

dos nov<strong>el</strong>as, porque ya está todo dicho: se van a publicar, y ambos, cada uno a su<br />

manera, nos sentimos avergonzados. Jack tiene un amigo que acaba de llegar de la<br />

Unión Soviética con información privada sobre <strong>el</strong> antisemitismo vigente en aqu<strong>el</strong><br />

país. Y con rumores sobre asesinatos, torturas y toda clase de chantajes. Jack y yo<br />

comenzamos a contrastar detalladamente toda esta información. ¿Será verdad<br />

¿Será siquiera probable Si es cierto, eso significa que... Y por centésima vez<br />

reflexiono sobre lo extraño que resulta que este hombre, que forma parte de la<br />

burocracia comunista, a pesar de todo no sepa mejor que yo o que cualquier<br />

comunista común, qué pensar. Por fin decidimos, también por centésima vez, que<br />

Stalin debe de haber sido un caso clínico de locura. Bebemos té y comemos<br />

bocadillos mientras hacemos especulaciones sobre si, de haber vivido nosotros en<br />

la Unión Soviética durante estos últimos años, hubiéramos decidido que nuestro<br />

deber era asesinarlo. Jack dice que no, porque Stalin es una parte tan importante<br />

de su experiencia, de su más honda experiencia, que aun cuando hubiese estado<br />

convencido de su locura criminal, en <strong>el</strong> momento de apretar <strong>el</strong> gatillo no habría sido<br />

capaz de consumar <strong>el</strong> crimen: habría apuntado <strong>el</strong> revólver hacia su propia persona.<br />

Y yo digo que tampoco hubiera podido, porque «<strong>el</strong> crimen político va contra mis<br />

principios». Y así, sin parar. Pienso en lo terrible y deshonesta que es nuestra<br />

conversación. Nosotros vivimos cómodamente, sin p<strong>el</strong>igro, en <strong>el</strong> próspero Londres,<br />

con nuestras existencias y nuestra libertad a salvo de todo. Y ocurre una cosa de la<br />

que cada vez tengo más miedo: las palabras pierden sentido. Oigo a Jack<br />

hablarme, y a mí hablarle, y me parece como si las palabras que salen de nuestro<br />

interior, de un lugar anónimo de nosotros mismos, no significasen nada.<br />

Continuamente veo ante mis ojos escenas de lo que estamos hablando: muertes,<br />

torturas, interrogatorios y demás; y las palabras que pronunciamos no tienen nada<br />

que ver con lo que estoy viendo. Suenan como <strong>el</strong> farfullar de un idiota, como <strong>el</strong><br />

hablar de un loco. De pronto, Jack me pregunta:<br />

—¿Vas a dejar <strong>el</strong> Partido, Anna<br />

—Sí.<br />

Jack hace un signo con la cabeza. Es un gesto afable, no crítico, un gesto de<br />

soledad. Al instante se abre un abismo entre nosotros dos, no de desconfianza,<br />

porque estamos seguros uno de la otra, sino de la experiencia futura. Él se queda<br />

porque ha estado dentro mucho tiempo, porque ha sido toda su vida, porque sus<br />

306

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!