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el-cuaderno-dorado_dorislessing

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cansaba de repetir que Paul era frívolo, frío y sin corazón. Paul y Ted, en cambio,<br />

no tenían nada que los uniera, ni se p<strong>el</strong>eaban. Por lo que a mí se refiere, yo hacía<br />

<strong>el</strong> pap<strong>el</strong> de la «chica d<strong>el</strong> líder», <strong>el</strong> cemento que unía al grupo, un pap<strong>el</strong> realmente<br />

tradicional. Claro que si mis r<strong>el</strong>aciones con alguna de estas personas hubiera tenido<br />

auténtica profundidad, entonces <strong>el</strong> afecto habría sido disgregador en lugar de<br />

conciliatorio. Estaba, además, Maryrose, que era la b<strong>el</strong>leza inalcanzable. ¿Así que<br />

éste era <strong>el</strong> grupo ¿Qué lo consolidaba Yo creo que la aversión implacable y la<br />

fascinación mutua entre Paul y Willi, que tanto se parecían y que estaban<br />

predestinados a un futuro tan distinto.<br />

Sí. Willi, con su inglés tan correcto y gutural, y Paul, con su <strong>el</strong>ocución tan<br />

serena y exquisita... Sus dos voces, hora tras hora, por la noche, en <strong>el</strong> hot<strong>el</strong><br />

Gainsborough, son lo que mejor recuerdo d<strong>el</strong> grupo en <strong>el</strong> período que precedió a<br />

nuestro traslado a Mashopi, antes de que todo cambiara.<br />

El hot<strong>el</strong> Gainsborough era, en realidad, una casa de huéspedes; un lugar en<br />

<strong>el</strong> que la gente pasaba largos períodos. La mayoría de las casas de huéspedes de la<br />

ciudad eran antiguas casas privadas, lo que las hacía ciertamente más cómodas,<br />

aunque <strong>el</strong> ambiente no resultaba agradable. Yo pasé una semana en una y la dejé:<br />

<strong>el</strong> contraste entre la crudeza d<strong>el</strong> colonialismo de la ciudad y los remilgos de aqu<strong>el</strong>la<br />

casa llena de ingleses de clase media, que parecían no haber salido de Inglaterra,<br />

me resultaba insufrible. El hot<strong>el</strong> Gainsborough era una construcción nueva, un lugar<br />

feo, grande y que crujía por todas partes. Estaba lleno de refugiados, oficinistas,<br />

secretarias y parejas de casados que no habían encontrado casa o piso. Toda la<br />

ciudad era un abigarramiento de gente debido a la guerra y al imposible precio de<br />

las casas.<br />

Como no podía dejar de suceder, menos de una semana después de mi<br />

instalación en <strong>el</strong> hot<strong>el</strong> Willi había conseguido privilegios especiales, y <strong>el</strong>lo a pesar de<br />

ser alemán y, técnicamente, un extranjero enemigo. Otros refugiados alemanes se<br />

hacían pasar por austriacos o trataban de no llamar la atención; pero <strong>el</strong> nombre de<br />

Willi en <strong>el</strong> registro d<strong>el</strong> hot<strong>el</strong> era doctor Wilh<strong>el</strong>m Karl Gottlieb, ex Berlín, 1939. Sólo<br />

esto. La señora James, que regentaba <strong>el</strong> hot<strong>el</strong>, le reverenciaba. Se cuidó de hacerle<br />

saber que su madre era condesa, cosa que era verdad. Ella creía que era médico, y<br />

él no se había tomado la molestia de explicarle lo que la palabra doctor significaba<br />

en Europa.<br />

—No es culpa mía que sea estúpida —decía Willi cuando se lo criticábamos.<br />

Le aconsejaba gratis en asuntos legales, la protegía, era descortés cuando<br />

no le daban lo que pedía y, en suma, la tenía siempre correteando a su alrededor<br />

«como un perrito asustado», según decía él mismo. Era viuda de un minero que<br />

había muerto en un derrumbamiento en <strong>el</strong> Rand, tenía cincuenta años y era obesa,<br />

agobiada, sudorosa e incompetente. Nos alimentaba de estofados, calabaza y<br />

patatas. Los criados africanos le sisaban. Hasta que Willi no le explicó cómo llevar<br />

<strong>el</strong> negocio, lo que hizo sin que se lo pidieran al cabo de una semana de estar allí,<br />

perdía dinero; después, ganó mucho. Cuando Willi se fue d<strong>el</strong> hot<strong>el</strong>, era una mujer<br />

adinerada, con inversiones escogidas por él en propiedades esparcidas por toda la<br />

ciudad.<br />

Yo ocupaba <strong>el</strong> cuarto vecino al de Willi. Comíamos en la misma mesa. Los<br />

amigos nos visitaban día y noche. Para nosotros, aqu<strong>el</strong> comedor feo y enorme que<br />

se cerraba definitivamente a las ocho (la cena de siete a ocho) estaba abierto hasta<br />

después de medianoche. También nos hacíamos té en la cocina y a veces la señora<br />

James tenía que bajar en bata a pedirnos, con una sonrisa de buenos amigos, que<br />

no gritáramos tanto. Iba contra las reglas tener gente en las habitaciones después<br />

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