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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID

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imágenes o significados, por incidencias alternativas sobre las valoraciones de esas expectativas o<br />

creencias, o por incidencias simultáneas por unas y por otras.<br />

En esta segunda fase, el pilar que va a fundamentar las investigaciones versará en torno a<br />

la actitud como principal responsable del comportamiento del consumidor.<br />

Durante los años 60 se produce un enfrentamiento teórico entre los investigadores que<br />

defienden la relación directa de la actitud con la conducta, y entre aquellos otros que critican<br />

fuertemente las innegables deficiencias metodológicas utilizadas para demostrar esta relación.<br />

Algunos autores como Warner y DeFleur, realizarán una enérgica crítica sobre la<br />

capacidad predictiva de la conducta por parte de las actitudes. Con los años 70 se abre una nueva<br />

luz, esclarecedora acerca del la cuestión. Numerosos investigadores confirman que existe una<br />

relación causal directa de la actitud y conducta.<br />

Una de las críticas a estas hipótesis, aún vigentes, se basa, principalmente en la naturaleza<br />

de las actitudes. Plantea que, para poder predecir conductas mediante la medición de las actitudes,<br />

es necesario tener en cuenta algunos aspectos como las características de la situación en las que se<br />

produce la conducta, las variables de la personalidad, las normas sociales, las motivaciones, etc.<br />

Los teóricos a favor de la relación actitud - conducta, van a intentar subsanar estas<br />

críticas considerando que la influencia de las actitudes sobre la conducta puede estar medida por<br />

diversas variables. Investigaciones representativas de esta perspectiva son las realizadas por<br />

Fishbein y Ajzen.<br />

Este será el foco de atención sobre el que versarán la mayor parte de los estudios de esta<br />

fase: la definición y medición de las actitudes como controladoras de la conducta.<br />

Son muchas las definiciones que se dieron en esta época de la conducta. Sería una pérdida<br />

de tiempo plantear y discutir aquí todas ellas. De modo que sólo citaré las más destacadas:<br />

• Jones y Gerard (1967): la resultante de la combinación de una creencia y un valor<br />

importante.<br />

• Katz y Stottland (1959): la tendencia o predisposición a evaluar.<br />

• Krech y Crutchfield (1948): un sistema estable de evaluación positiva o negativa,<br />

sentimientos, emociones y tendencia de acción favorable o desfavorable respecto a<br />

objetos sociales.<br />

• Newcomb (1959): una forma de ver algo con agrado o desagrado.<br />

• Rokeach (1968): una organización, relativamente estable, de creencias acerca de<br />

un objeto o situación que predispone al sujeto para responder preferentemente en un<br />

determinado sentido.<br />

• Sarnoff (1960): una disposición a reaccionar de forma favorable o desfavorable.<br />

El interés por medir y controlar la conducta puede remontarse hasta periodos antiquísimos,<br />

donde Aristóteles ya señala, la importancia de estudiar al auditorio para lograr conocer sus<br />

características y así poder establecer grupos más o menos homogéneos a los que poder dirigir un<br />

mensaje más adecuado y obtener una persuasión más eficaz.<br />

La publicidad toma de estos conocimientos una de sus máximas: el conocimiento del público<br />

objetivo es vital en cada una de sus campañas, en las que no sólo es importante vender un<br />

producto, sino todo lo que ello conlleva. Si nuestros receptores son jóvenes extrovertidos,<br />

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