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América Latina

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De una guerra a una intervención (1898-1954)<br />

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se transformó en ley cuando el Congreso lo aprobó, pese a las obvias<br />

resistencias de la elite latifundista y de la empresa norteamericana<br />

United Fruit Company. Ésta y sus subsidiarias –la Frutera controlaba<br />

el ferrocarril, la electricidad, el único puerto y, además, poseía<br />

la flota blanca para enviar la producción al exterior– no salieron de<br />

su asombro cuando a inicios de 1953 el presidente firmó el decreto<br />

expropiando las tierras incultas que conservaba en Guatemala. Así<br />

lo preveía la ley para aquellas grandes extensiones: debían repartirse<br />

y colocarse en manos de los campesinos deseosos de trabajar. Debe<br />

recordarse que ajustándose a lo dispuesto en el decreto mencionado,<br />

la compañía sería indemnizada con bonos. No importa en este<br />

caso ahondar en los pormenores de aquella tensa situación que tenía<br />

lugar en una de las “repúblicas bananeras”, durante la Guerra<br />

Fría y con el macartismo acechando inquietantemente la opinión<br />

pública estadounidense.<br />

El golpe de 1954: ¿una “gloriosa victoria”?<br />

Parece comprensible que la compañía encendiese las “alarmas”<br />

y acudiera al Departamento de Estado cuya secretaría, tras el triunfo<br />

de D. Eisenhower en las elecciones, era ocupada por John Foster<br />

Dulles. Este acérrimo anticomunista había integrado un bufete de<br />

abogados cercano a la Frutera (Schlesinger y Kinzer, 1987). Aquello<br />

no era todo: la historia e ideología de la política exterior estadounidense<br />

hacia <strong>América</strong> <strong>Latina</strong> contribuyen a explicar la decisión de<br />

derrocar a un presidente que como Árbenz les resultaba “hostil”, al<br />

representar una “amenaza” a la estabilidad anticomunista pregonada<br />

como fórmula viable para la región y muy especialmente para<br />

Centroamérica. En medio de esos temores y con una perspectiva<br />

teñida por las sombras de la Guerra Fría (Pettinà, 2011), Estados<br />

Unidos nunca se propuso convivir con un régimen de esas características.<br />

Si Árbenz no era comunista, pronto lo sería, así lo indicó el<br />

embajador estadounidense tras entrevistarlo.<br />

Empero, no resultaba sencillo deshacerse de él. Era un presidente<br />

democrático, respetado y que, a nivel continental, representaba

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