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América Latina

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180 Kozel, Grossi, Moroni (coords.) / El imaginario antiimperialista en <strong>América</strong> <strong>Latina</strong><br />

algo menor pues debe tenerse presente que, dada su condición de<br />

exiliado, debía evitar inmiscuirse en política o alterar las relaciones<br />

amistosas entre el lugar donde había fijado residencia y su país natal.<br />

La estructura del texto seguía los clásicos parámetros del género<br />

reposando, de manera moralizante y didáctica, en dos personajes<br />

antagónicos, desiguales y con posiciones encontradas. Ellos eran el<br />

“tiburón y las sardinas” o Estados Unidos y <strong>América</strong> <strong>Latina</strong>, tema<br />

general sobre el cual se ocupan todos los capítulos a excepción del<br />

primero, dedicado explícitamente a presentar la Fábula. Son precisamente<br />

estas primeras páginas las que constituyen la base argumental<br />

del estudio y donde se condensa, con mayor celo didáctico,<br />

la orientación moralizante del trabajo.<br />

El tiburón y las sardinas ante Méduso<br />

A casi seis décadas de su concepción deben reconocerse algunos<br />

puntos altos y expresamente claros respecto a las características más<br />

sobresalientes que han pautado la “ideología” de la política exterior<br />

norteamericana hacia <strong>América</strong> <strong>Latina</strong>. En el tratamiento de una temática<br />

tan extensamente transitada, Arévalo recurrió y puso en diálogo<br />

junto al tiburón y las sardinas a un tercer protagonista “marino”,<br />

“mitad fantasía, mitad realidad”. Se ensamblaban en él “cosas<br />

dispares” bajo un denominador común: era alguien muy fuerte que<br />

ponía en reverencia al tiburón y a la sardina (Arévalo, 1965: 14-15).<br />

Al momento de su “llegada” y encuentro con aquellos, la relación<br />

entre ambos estaba “tensa”. Por un lado y como sucedía a menudo,<br />

la sardina “tiritaba de nerviosidad”. Entretanto y a su frente,<br />

estaba “la fiera”, que “con más experiencia, con rápida imaginación<br />

de asaltante y descuartizador, lo adivinó todo”: “¡La sardina se moría<br />

de miedo!”. No sólo eso, “carcajadas de gárgaras le salieron” y<br />

en definitiva la situación revelaba como “el tiburón se divertía por el<br />

sufrimiento infernal de la sardina” (Arévalo, 1965: 13).<br />

El tercer protagonista se llamaba “Méduso-Cálamo-Serpens” o<br />

“el Derecho”. Había sido enviado por alguien aún más fuerte que<br />

él, “Neptuno”, el “dios universal de las aguas, colérico y terrible, fra-

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