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De las revoluciones a la incertidumbre (1959-1990)<br />

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claro bandido y romper el olvido oxidado que ahora lo encierra”<br />

(Neruda, 1967a: 65).<br />

Sin embargo, la analogía entre las obras demuestra una transmutación<br />

esencial en la creación del Murieta definitivo de Neruda.<br />

Esa marca de fuego es su experiencia vital en Estados Unidos. Antes<br />

de escribir Fulgor y Muerte…, en 1966, Neruda da recitales de poesía<br />

en Nueva York, Washington y Berkeley. Como comenta Daniel Balderston<br />

(2003), quizás lo más significativo de aquel viaje fueran las<br />

huellas que dejó sobre Neruda. Recordemos que eran los tiempos de<br />

la guerra en Vietnam, de la lucha por los derechos de la población<br />

negra en el corazón de Estados Unidos y de más de una década de<br />

un creciente antiimperialismo continental –Guatemala, Cuba, Dominicana…–.<br />

En su libro de memorias, Confieso que he vivido, Neruda<br />

referencia estos recuerdos:<br />

“Di mi primer recital de poesía en Nueva York […] Me conmovió el<br />

eco que mis poemas, violentamente antiimperialistas, despertaban esa<br />

multitud norteamericana. Comprendí muchas cosas allí, en Washington<br />

y en California, cuando los estudiantes y la gente común manifestaban<br />

su aprobación a mis palabras condenatorias del imperialismo.<br />

Comprobé a quemarropa que los enemigos norteamericanos de nuestros<br />

pueblos eran igualmente enemigos del pueblo norteamericano”<br />

(en Balderston, 2003: 26-27).<br />

Es evidente que Neruda pudo recoger importante documentación<br />

sobre Murieta en Estados Unidos; aparte de los libros que<br />

ya tenía en su biblioteca personal, podemos asegurar que el resto<br />

del material tan meticulosamente presentado fue recolectado en ese<br />

viaje. En los “Agradecimientos” de la obra menciona a varios integrantes<br />

de la Biblioteca Bancroft y de la librería Alta California<br />

Book Store. De allí son los numerosos dibujos, grabados y portadas<br />

de libros que se encuentran en la edición de Zig-Zag. También es<br />

notorio que, a diferencia del relato de La Barcarola, en Fulgor y Muerte…<br />

se representen con detalle escenas de la vida cotidiana de los<br />

inmigrantes en un “fandango” (cuadro tercero), una típica cantina<br />

del bajo pueblo en Norteamérica; interludios de una cantante negra<br />

con un spiritual, repudiado por los galgos, en contraposición a una

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