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De las revoluciones a la incertidumbre (1959-1990)<br />

297<br />

quedó en silencio Nicaragua. / Nunca las armas estuvieron solas. /<br />

Hoy la poesía ocupa su lugar en las calles. / La luz del alba enciende<br />

a Nicaragua” (Pacheco, 1979: 92).<br />

En ese número se plasman recurrentes metáforas sobre Nicaragua.<br />

En ellas se habla de luz, arco iris, vida, esperanza, victoria, baile,<br />

sonrisa. En la página 153 –referencia que indica que hay muchos<br />

otros textos precedentes–, la estadounidense Margaret Randall le da<br />

las gracias a Nicaragua desde el título de su texto. Rememorando las<br />

palabras de Leonel Rugama, quien había dicho que los sueños de<br />

los pobres, los humildes, siempre son “en blanco y negro”, Margaret<br />

Randall decía que con la revolución había llegado el sueño multicolor<br />

y colectivo que necesitaría ser reconstruido tanto al exterior,<br />

como al interior, tanto de mentes y corazones, como de cuerpos y<br />

casas (Randall, 1979: 154).<br />

Segundo número: “Todo lo que hablábamos ya se volvió cierto”<br />

Un reloj antiguo es la imagen de la portada del número 134 de<br />

septiembre-octubre de 1982, misma que nos recuerda que el tiempo<br />

pasa, se mide, es conmensurable. Pero al interior de sus páginas la<br />

presencia de nueve poetas nicaragüenses nos anuncia otra idea de<br />

tiempo: no sólo la del reloj que cuenta y ordena el acontecer, sino la<br />

de unas temporalidades diversas que se empalman, se achican o se<br />

alargan según la perspectiva y la vivencia.<br />

Ernesto Cardenal, Ernesto Mejía Sánchez, Carlos Martínez<br />

Rivas, Daniel Ortega, Daisy Zamora, José Cuadra Vega, Rosario<br />

Murillo, Luz Marina Acosta y Julio Valle Castillo son los nueve poetas<br />

nicaragüenses que comparten frontera no sólo geográfica, sino<br />

también revistera, con seis poetas salvadoreños que también aparecieron<br />

en esta edición de la revista cubana. Antes de los poemas<br />

nicaragüenses se incluye el prólogo que Roberto Fernández Retamar<br />

escribiera a propósito de la publicación, en Estocolmo, de una<br />

antología a poemas de Ernesto Cardenal.<br />

Dice Retamar que quisiera terminar su prólogo con un final<br />

feliz pero, se pregunta: ¿acaso puedo hacerlo?

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