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182 Kozel, Grossi, Moroni (coords.) / El imaginario antiimperialista en <strong>América</strong> <strong>Latina</strong><br />

minosa” y “estruendos”: no era la “oportunidad” de hablar de los<br />

modos de vida de tiburones y sardinas (Arévalo, 1965: 20-21). Sí<br />

fue claro en que “el modo de vida de los gangsters [sic]” era “cosa<br />

del pasado”: “recuerdos” desvanecidos “en la profundidad de los<br />

tiempos, arrinconados en la historia de la barbarie”. Al fin y al cabo,<br />

ahora estaba “Neptuno iracundo y terrible”, “protector universal”,<br />

“sustento supremo del Derecho”. Esta última alusión se encontraba<br />

plenamente justificada pues el tiburón “estaba a punto de estallar”.<br />

Superados los juicios de valor, pasó el “profeta” de “griega cabeza,<br />

barba de pirata y ondulosos brazos” a otorgarles la “bendición”<br />

en nombre del “todopoderoso” guardián de los mares: “A partir de<br />

hoy seréis hermanitos, enfrentando juntos la vida”. La hermandad,<br />

empero, estaba ligada al tamaño y fuerza de cada uno: “Hermano<br />

mayor será el tiburón, tu protector, sardina. Hermanita menor, tú,<br />

la protegida”. El carácter perpetuo de la minoridad de la sardina<br />

le imponía “obligaciones” al tiburón. Ellas serían la “garantía de<br />

que ninguna otra bestia que no seas tú, podrá acercársele”. De esa<br />

forma cabía, para la sardina, una lógica consecuencia: ella formaría<br />

parte del “mundo libre” del tiburón (Arévalo, 1965: 22-23).<br />

La sardina, aprovechando una “tregua” durante las explicaciones<br />

de Méduso, “con los ojos llenos de lágrimas” y “de rodillas”<br />

le consultó cómo podía “corresponder” al tiburón (Arévalo, 1965:<br />

23-24).<br />

“Hija mía”, contestó Méduso, “no te disminuyas”. “Saturno” le<br />

había reservado “el monopolio en materia de servidumbre”. Por esa<br />

razón, la “liviandad” era más que útil al tiburón:<br />

“por ejemplo: tú vigilarás en derredor de su guarida…; oirás a sus<br />

amigos para comprobar si lo son, escucharás a sus enemigos sin que te<br />

reconozcan. Cuidarás de la gloria y del prestigio del tiburón como si<br />

fuera un sacerdote de Neptuno, y dirás que ha cambiado sus costumbres…<br />

Pregonarás a los cuatro vientos su buena voluntad… Jurarás<br />

que es persona de bien y servidor de causas idealistas. Aprenderás de<br />

memoria sus catorce puntos y cuatro libertades… Serás su portavoz,<br />

y en el coro de sus amigos, corifeo. Y si por la fuerza de los hábitos,<br />

el tiburón volviera a sus andadas, tú espíritu de lealtad se demostrará<br />

diciendo que es mentira…que es el eco de la perpetua envidia que le<br />

tienen… Otros servicios hay, sardina, que el tiburón valorará mucho

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