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América Latina

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310 Kozel, Grossi, Moroni (coords.) / El imaginario antiimperialista en <strong>América</strong> <strong>Latina</strong><br />

El tercer mediador es aún más disruptivo. Es el Frente Sandinista<br />

de Liberación Nacional, interpretado como canal de un llamado de Dios<br />

para involucrarse en la lucha de su pueblo, desde la particular función<br />

de ministro de relaciones exteriores. Esta inicial superación de<br />

la brecha, como es obvio, crearía al mismo tiempo otras tensiones: el<br />

itinerario de Miguel D’Escoto es el de un católico estadounidense que<br />

despierta a la noviolencia antiimperialista como núcleo del cristianismo<br />

por la mediación de dos estadounidenses y de un movimiento<br />

político-militar nicaragüense, y no a partir de las redes de su propia<br />

comunidad eclesial.<br />

El peldaño siguiente en el devenir construido por D’Escoto consiste<br />

en la explicitación de esta “conversión” a partir de la concepción<br />

de una “iglesia otra”; esta vez sí, íntimamente vinculada con el Jesús<br />

antiimperialista y noviolento. Su perfil es dibujado con base en la<br />

puesta de relieve de un conjunto de rasgos básicos. Ante todo, se trata<br />

de un estilo irreconciliable con el que la ha venido caracterizando y que<br />

la involucra en las grandes luchas epocales:<br />

“Ha llegado ya la hora de que el modelo de iglesia imperial-dictatorial<br />

desaparezca para siempre y que la iglesia siga el camino de servicio y<br />

humildad que Jesús nos enseñó y defienda la biodiversidad, la diversidad<br />

cultural, el derecho de los pobres, condene las guerras y deje, de<br />

una vez por todas, de seguir avalando activamente, o por silencio cómplice,<br />

golpes de Estado militares promovidos por el imperio genocida<br />

contra el derecho a la autodeterminación de nuestros pueblos, como<br />

hasta hace poco sucedió en Venezuela, Ecuador y en Honduras y promueva,<br />

más bien, el bien común de la Madre Tierra y de la humanidad<br />

para que la vida no desaparezca y sigamos, por mucho tiempo más,<br />

alabando al Creador, viviendo todos y todas en fraterna armonía y solidaridad”<br />

(D’Escoto, 2011: 10).<br />

Un segundo rasgo es su descentramiento. La iglesia, en esta lógica,<br />

no ocupará ya el centro del cristianismo. Su foco principal es el Reino<br />

de Dios, entendido como espacio de justicia, libertad y liberación. Las<br />

consecuencias de este desplazamiento son numerosas. Ante todo, supone<br />

reconocer la presencia de eclesialidad en todos aquellos lugares,<br />

personas y colectivos donde los valores del reino son centrales; donde<br />

se lucha contra la injusticia, la esclavitud y la opresión. Esta iglesia

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