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De una guerra a una intervención (1898-1954)<br />

185<br />

mutua se había firmado entre un tiburón y una sardina! Conquista<br />

ética universal. Ficción jurídica suprema… El Estado tiburón es igual<br />

al Estado sardina. ¡Qué nueva vida en el Océano! Nueva vida para las<br />

sardinas hipotecadas a perpetuidad. Tranquilidad de conciencia para<br />

el tiburón en la obra del juicio final” (Arévalo, 1965: 33).<br />

Palabras finales<br />

El repaso de los pormenores inherentes a las sucesivas ediciones<br />

de la Fábula y las repercusiones que generó corresponden a otro<br />

capítulo que supera el espacio de que disponemos aquí. Nuestro<br />

estudio estuvo dedicado a poner de relieve los principales aspectos<br />

relativos a su historia y a las circunstancias que lo rodearon, contribuyendo<br />

así a su explicación. Sin embargo, debe destacarse que la<br />

Fábula no fue un libro más dentro de la tradición antiimperialista,<br />

sino que se convirtió rápidamente en uno de sus emblemas más nítidos<br />

e influyentes durante la guerra fría. En palabras de su autor,<br />

cumplió un “papel doctrinario”: “Las cartas que yo recibí por la<br />

publicación de la Fábula y los comentarios de prensa de toda <strong>América</strong><br />

<strong>Latina</strong>, constituyen un título honorífico que me colocó en el más<br />

alto nivel estimativo dentro de los círculos intelectuales y políticos”.<br />

Independientemente de su típico egocentrismo, le asistía la razón.<br />

Siete años más tarde de la primera edición, en 1963, Arévalo regresó<br />

clandestinamente a Guatemala. Era, por lejos, la principal figura<br />

política; su popularidad nunca había dejado de crecer. Su intención<br />

era presentarse a las elecciones nacionales que tendrían lugar ese<br />

año. Sus enemigos internos le temían, pero más aun, el Departamento<br />

de Estado, quien apoyó decisivamente un nuevo golpe de<br />

estado para forzarlo a un nuevo exilio. Como se revela en una conversación<br />

–cuya cinta ha sido recientemente desclasificada– entre<br />

el presidente John F. Kennedy y sus asesores, entre las motivaciones<br />

que explicaban cuán molesto podía ser Arévalo estaba la de que<br />

había sido “el tipo que escribió la Fábula del tiburón y las sardinas”<br />

(Friedman, 2015).

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