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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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-Debe usted recordar, Srta. D.ª Sola -dijo el preceptor, cuando la joven le ataba las<br />

dos puntas <strong>de</strong> la servilleta <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l cogote-, que yo fuí encarnizado enemigo <strong>de</strong> su<br />

padre <strong>de</strong> usted, porque jamás he transigido ni podré transigir con las perras i<strong>de</strong>as<br />

absolutistas.<br />

-Lo recuerdo, sí; pero eso no hace al caso. [42]<br />

-Es que mi <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za -añadió Sarmiento tomando la cuchara-, no me permite<br />

aceptar un banquete... Con usted personalmente no hay resentimiento... pero ¿a qué<br />

negarlo? Usted y yo no po<strong>de</strong>mos ser amigos hoy ni nunca... dígolo para que no se crea<br />

que adulo, que me <strong>de</strong>jo seducir y sobornar por este fino obsequio, que agra<strong>de</strong>zco.<br />

-Cene usted, cene usted... -dijo Solita llenándole el vaso-. La mucha conversación<br />

podrá ser perjudicial a su cabeza, que según me han dicho, no está <strong>de</strong>l todo buena.<br />

-Cenaré, señora, puesto que usted lo toma tan a pechos... Conste que yo no he<br />

mendigado esta cena; conste que me han traído aquí por fuerza; que no he solicitado<br />

esta amistad, conste, en fin, que no po<strong>de</strong>mos ser amigos.<br />

-Aunque no quiera serlo mío, yo me empeño en serlo <strong>de</strong> usted y lo he <strong>de</strong> conseguir<br />

-dijo Soledad sonriendo, y hablando al viejo en el tono que se emplea con los chiquillos.<br />

-Dale, dale -repuso Sarmiento engullendo aprisa-. Conque amiguitos, ¿eh?<br />

¡Chilindrón!... Como si no hubiera pasado nada...Usted no tiene memoria, sin duda.<br />

-Verda<strong>de</strong>ramente no tengo mucha para el daño recibido.<br />

-Su dichosito papaíto <strong>de</strong> usted y yo éramos [43] como el agua y el fuego... Mi <strong>de</strong>ber<br />

era perseguirle, <strong>de</strong>nunciarle, no <strong>de</strong>jarle respirar... Yo siempre cumplo mi <strong>de</strong>ber, yo soy<br />

esclavo <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>ber. Pertenezco a mi patria, una i<strong>de</strong>a, ¿me entien<strong>de</strong> usted?<br />

-Entiendo.<br />

-Con nada transijo. El enemigo <strong>de</strong> la patria es mi enemigo, y la hija <strong>de</strong>l enemigo <strong>de</strong><br />

mi patria es mi enemiga. ¿Qué dice usted a eso?<br />

-Que no ha tratado a las sopas como enemigas <strong>de</strong> la patria.<br />

-No ciertamente, porque hace mucho tiempo que no las había comido tan buenas.<br />

-Ahora voy por la perdiz.<br />

-¿Perdiz?... Vamos, esto parece un cuento <strong>de</strong> brujas... Si se empeña usted... pero<br />

conste que yo no he pedido la perdiz; que yo no he mendigado nada, que...<br />

Un momento <strong>de</strong>spués Sola partía la perdiz, ofreciéndola pedazo tras pedazo al<br />

hambriento anciano.<br />

-Está sabrosísima... Pero con la sorpresa <strong>de</strong> esta cena había olvidado... ¿Cuándo ha<br />

llegado usted, Sra. D.ª Solita? ¿Qué tal le ha ido en su viaje?

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