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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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-¿Qué?<br />

-¡Tus beneficios tus cuidados, tu... tú!... -gritó agrandando la voz a [402] cada<br />

palabra-. Como me llamo Zumalacárregui, así es verdad que me incomodan tus<br />

beneficios. No quiero nada tuyo.<br />

Salvador calló. Un hilo <strong>de</strong> agua que cayó <strong>de</strong>l techo sobre su cabeza, obligole a<br />

apartarse <strong>de</strong> allí. El viento entraba por distintos lados formando pequeñas tempesta<strong>de</strong>s<br />

que arrebataron <strong>de</strong> la silla el papel en que Navarro trazaba sus garabatos, llevándolo al<br />

otro extremo <strong>de</strong> la titulada habitación.<br />

-¡Mi plano...! -dijo Carlos extendiendo su brazo.<br />

Salvador se lo alcanzó.<br />

En la <strong>de</strong>svencijada escalera <strong>de</strong> la casa hacían tal ruido los cuatro chicos, hijos <strong>de</strong> la<br />

al<strong>de</strong>ana propietaria <strong>de</strong> tan singular edificio, que bastara aquella música para volver loco<br />

a cualquiera que en tales regiones habitase.<br />

[403]<br />

- XXIII -<br />

Monsalud <strong>de</strong>cidió buscar inmediatamente mejor albergue. Salió, recorrió todo<br />

Elizondo. Al fin tuvo la bondad <strong>de</strong> proporcionarle alojamiento en su propio domicilio el<br />

cura <strong>de</strong>l pueblo, anciano muy respetable y sencillo. Por la noche, aprovechando la<br />

ocasión en que el enfermo dormía profundamente, tomáronle en brazos cuatro robustas<br />

mujeres y le condujeron a la nueva vivienda, no sin que se resistiese en el camino,<br />

aunque sin lograr soltarse, por haber sido fuertemente sujeto. El motivo <strong>de</strong> ser llevado<br />

por manos femeninas fue que en Elizondo, como en todo el territorio <strong>de</strong>l Baztán,<br />

escaseaban los hombres, hasta el punto <strong>de</strong> que las faenas más rudas eran <strong>de</strong>sempeñadas<br />

por niños y mujeres. Durante los cuarenta días que pasaron ambos [404] hermanos en<br />

casa <strong>de</strong>l cura <strong>de</strong> Elizondo, nada ocurrió <strong>de</strong> memorable, si no es un ligero alivio <strong>de</strong><br />

Carlos y la constante humanidad <strong>de</strong> Salvador, que preparaba lo necesario para sacar al<br />

enfermo <strong>de</strong> aquel país y conducirle a un asilo <strong>de</strong> orates. Necesitaba un buen coche, dos<br />

o tres personas, que le acompañaran y sirvieran, y un permiso <strong>de</strong> las autorida<strong>de</strong>s<br />

carlistas para recorrer toda Navarra sin ser molestados ni <strong>de</strong>tenidos. Todo esto era <strong>de</strong><br />

dificilísima adquisición; pero al fin, con paciencia, actividad y repetidos <strong>de</strong>sembolsos,<br />

venció las contrarieda<strong>de</strong>s y se dispuso a partir.<br />

Una noche <strong>de</strong>l mes <strong>de</strong> Julio las facciones se presentaron en Elizondo. Bajaban por<br />

aquellos cerros, como bestias hambrientas, y sus gestos, sus pisadas, la viveza <strong>de</strong> su<br />

andar, el estrépito <strong>de</strong> las armas ponían miedo en el corazón más esforzado. Por todas las<br />

entradas <strong>de</strong>l valle aparecían cuadrillas <strong>de</strong> facciosos, vestidos <strong>de</strong> zamarra, cubiertos con<br />

la boina blanca o azul y calzados con alpargatas o zapatos rotos. Al anochecer, Elizondo<br />

estaba lleno, y aún entraban más. La ferocidad pintada en los semblantes no excluía la<br />

expresión <strong>de</strong> sufrimiento por las privaciones y trabajos; pero estaban alegres, cantaban,<br />

reían y se las prometían muy felices. En las filas se co<strong>de</strong>aban los muchachos con los

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