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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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endirse para vencer y per<strong>de</strong>rse absolutamente para absolutamente salvarse. Si algún<br />

pequeño combate sostenía aún su alma, era porque el propósito <strong>de</strong> pensar solamente en<br />

Dios no podía cumplirse aún con rigurosa exactitud. Pensaba en algo que no era Dios,<br />

pero aun así, iba conquistando la tranquilidad [219] y un pasmoso equilibrio moral,<br />

porque había arrojado fuera <strong>de</strong> sí valerosamente toda esperanza.<br />

-Usted sabrá sin duda a quién venían dirigidas esas cartas -preguntó Chaperón a<br />

Sarmiento.<br />

-¿Pues qué?... ¿ella no lo ha dicho? -repuso el anciano nuevamente admirado <strong>de</strong> la<br />

ignorancia <strong>de</strong>l tribunal-. Esto no se pue<strong>de</strong> consi<strong>de</strong>rar como <strong>de</strong>lación, porque esas<br />

personas son leales patricios que también anhelan llegue la coyuntura <strong>de</strong> sacrificarse por<br />

la libertad. Nosotros no tenemos secretos, nosotros, como los héroes <strong>de</strong> la antigüedad, lo<br />

hacemos todo a la luz <strong>de</strong>l día. Fue preciso prestar un servicio a la santa causa,<br />

facilitando las comunicaciones entre todos los que conspiran <strong>de</strong>ntro y fuera para hacerla<br />

triunfar, y lo prestamos, sí señor, lo prestamos a la clarísima luz <strong>de</strong>l sol, coram populo.<br />

Las cartas eran cuatro.<br />

-Atención -dijo D. Francisco acercándose a la mesa <strong>de</strong> los escribanos.<br />

-Una era para D. Antonio Campos, ese gran patriota que acaba <strong>de</strong> llegar <strong>de</strong> Tarifa y<br />

Almería, otra para un oficial <strong>de</strong> la antigua guardia que se llama Ramalejo, la tercera<br />

venía dirigida a D. Roque Sáez y Onís, y la cuarta a D.ª Genara <strong>de</strong> Baraona. [2<strong>20</strong>]<br />

-Muy bien -gruñó Chaperón, asemejándose mucho en su gruñido al perro que acaba<br />

<strong>de</strong> encontrar un hueso perdido-. Veo que el viejo y la niña son la peor casta <strong>de</strong><br />

conspiraciones que se conoce en Madrid.<br />

-Sí -dijo Sarmiento con exaltación-, insúltenos usted... Eso nos agrada. Los insultos<br />

son coronas inmarcesibles en la frente <strong>de</strong>l justo. Mire usted las espinas que lleva en su<br />

cabeza aquel que está en la cruz.<br />

-Silencio -gritó Chaperón-. Veo que él es tan parlachín como ella hipocritona. Ya<br />

sabemos lo <strong>de</strong> las cartas, linda pieza... Ahora el buen viejo nos informará <strong>de</strong> todas las<br />

particularida<strong>de</strong>s que hayan ocurrido en la casa. ¿Tiene noticia <strong>de</strong> que entrara en estos<br />

líos don Benigno Cor<strong>de</strong>ro?<br />

-¡Cor<strong>de</strong>ro! -exclamó Sarmiento con asombro-. Cor<strong>de</strong>ro es un hombre vulgar, un<br />

ten<strong>de</strong>ro, un cualquiera... ¿Cómo pue<strong>de</strong> ser capaz semejante hombre <strong>de</strong> intervenir en un<br />

complot <strong>de</strong> esos que sólo acometen las almas gran<strong>de</strong>s y valerosas?<br />

-¿Seudoquis fue muchas veces a la casa?<br />

-Dos veces, dos. Para nada hay que mentar a Cor<strong>de</strong>ro. Nuestra gloria es nuestra,<br />

señor mío, y <strong>de</strong> nadie más. ¡Ay <strong>de</strong> aquel que intente quitarnos una partícula <strong>de</strong> ella,<br />

siquiera sea <strong>de</strong>l [221] tamaño <strong>de</strong> un grano <strong>de</strong> alpiste! Nosotros, nosotros solos somos los<br />

héroes, nosotros las víctimas sublimes. Fuera intrusos y gentezuela que se presenta en el<br />

festín <strong>de</strong> la gloria con sus manos lavadas reclamando lo que no les pertenece ni han<br />

sabido ganar con su abnegación. Nosotros solos, ella y yo, nadie más que ella y yo.

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