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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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traté <strong>de</strong> buscar en ella un <strong>de</strong>fecto gran<strong>de</strong>, <strong>de</strong> esos que afean espantosamente a la mujer.<br />

Mi ingenioso rencor encontró al punto aquel <strong>de</strong>fecto, y dije en mi interior.<br />

-Esta muchacha <strong>de</strong>be <strong>de</strong> ser una hipocritona. No hay más remedio sino que lo es.<br />

Mi juicio fue rápido, como la inspiración, como la improvisación. Des<strong>de</strong> la puerta a<br />

la sala, a don<strong>de</strong> me condujo, hice mil observaciones, entre ellas una que no <strong>de</strong>bo pasar<br />

en silencio. La casa estaba tan perfectamente arreglada que no parecía vivienda sin<br />

dueño. Todo se hallaba en su sitio, sin el más ligero <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, en perfecto estado <strong>de</strong><br />

limpieza, <strong>de</strong>scubriéndose en cada cosa el esmero peregrino que anuncia la mano <strong>de</strong> una<br />

mujer poseedora <strong>de</strong>l genio doméstico. Creeríase que el amo era esperado <strong>de</strong> un<br />

momento a otro y que todo se acababa <strong>de</strong> disponer para agradarle cuando entrara.<br />

Al sentarme reconcentré mis i<strong>de</strong>as acerca <strong>de</strong>l plan que había formado y le dije:<br />

-Sé que usted pa<strong>de</strong>ce mucho por saber el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>l amo <strong>de</strong> esta casa, y como<br />

tengo noticias <strong>de</strong> él, vengo a tranquilizarla.<br />

-¡Oh!, ¡señora!, ¡cuánta bondad! -exclamó con repentina alegría-. De modo que usted<br />

[132] sabe dón<strong>de</strong> está y por qué no viene... ¿Le han vuelto a coger los facciosos?<br />

-No señora. Está libre y bueno.<br />

-Entonces no tiene perdón <strong>de</strong> Dios -dijo abatiendo el vuelo <strong>de</strong> su alma que tanto se<br />

había elevado con las alas <strong>de</strong> la alegría-. No, no tiene perdón <strong>de</strong> Dios.<br />

-¿Usted le ha escrito?<br />

-Muchas veces. Dirijo las cartas al ejército <strong>de</strong> Mina, con la esperanza <strong>de</strong> que alguna<br />

llegue a sus manos... pero no recibo contestación. Es una iniquidad <strong>de</strong> mi hermano. Por<br />

poco que se acuer<strong>de</strong> <strong>de</strong> mí, por muy gran<strong>de</strong> que sea su olvido, ¿será tal que no me haya<br />

escrito una sola vez?<br />

-Los que están en armas -dije sonriendo- no se acuerdan <strong>de</strong> las pobres mujeres que<br />

lloran.<br />

-Yo creo que me ha escrito. Él es muy bueno y me consi<strong>de</strong>ra mucho. No es capaz <strong>de</strong><br />

tenerme en esta incertidumbre por su voluntad.<br />

-¿Pero usted no ha recibido ninguna carta?<br />

-En Febrero vinieron dos; pero <strong>de</strong>spués ninguna. Quizás se hayan perdido.<br />

-Podría ser.<br />

-A veces me figuro que no me escribe porque viene. Todos los días creo que va a<br />

llegar, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que siento pasos en la escalera, corro a [133] ver si es él. Todo lo tengo<br />

preparado, y si viene, nada encontrará fuera <strong>de</strong> su sitio.

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