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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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Sola se acercó más, dando principio al solemne acto.<br />

Duró próximamente media hora. El padre Alelí dio su absolución en voz alta y con<br />

los ojos cerrados, trazando lentamente la cruz en el aire con su brazo blanco y su mano<br />

flaca y <strong>de</strong>licada. Concluido el latín, dijo en castellano a la penitente:<br />

-Adquisición admirable hará el reino <strong>de</strong> Dios muy pronto con la entrada <strong>de</strong> un alma<br />

tan hermosa.<br />

Sola, que sentía mucho dolor en las rodillas, [280] se echó hacia atrás sentándose<br />

sobre sus propios pies.<br />

En el mismo momento oyose un feroz ronquido y el roce <strong>de</strong> un cuerpo contra el<br />

suelo. La voz cavernosa y terrible <strong>de</strong> Sarmiento se expresó así:<br />

-¿Quiere usted marcharse con cien mil docenas <strong>de</strong> <strong>de</strong>monios?... ¿Qué cuchichean<br />

ahí?<br />

El fraile se levantó y dando dos pasos hacia el punto en don<strong>de</strong> sonaban las tremendas<br />

voces, dijo:<br />

-Su compañera <strong>de</strong> usted ha confesado. ¿Quiere usted hacer lo mismo?<br />

-¡Yo!... Por vida <strong>de</strong> la re-con<strong>de</strong>nada Chilindraina, Sr. D. Maja<strong>de</strong>ro, que si no se me<br />

quita pronto <strong>de</strong> <strong>de</strong>lante...<br />

El padre Alelí se tocó la sien con su <strong>de</strong>do índice, moviendo la cabeza en señal <strong>de</strong><br />

lástima.<br />

-¡Confesar yo!... ¡yo, que soy un volcán <strong>de</strong> rabia! -añadió el <strong>de</strong>sgraciado tratando <strong>de</strong><br />

levantarse con fatigosos movimientos que hacían bailar a los ladrillos-. ¡Repito que no<br />

hay Dios!... ¡no, no hay Dios! Todo es una mentira. El mundo, la gloria, el <strong>de</strong>stino,<br />

fábula y palabrería. Denme un cuchillo, porque me quiero matar, me avergüenzo <strong>de</strong><br />

vivir... Al primero que se me ponga por <strong>de</strong>lante, le muerdo. [281]<br />

Las clarida<strong>de</strong>s que un momento se habían alejado, volvieron juguetonas, sin<br />

abandonar sus capisayos <strong>de</strong> telarañas, y con ellas pudo ver el padre Alelí que la pobre<br />

bestia enferma alzaba la cabeza y mostraba una horrible cara amoratada y polvorienta,<br />

toda llena <strong>de</strong> viscosa baba. Sus ojos daban miedo.<br />

-¡Desgraciado! -murmuró con dolor el padre Alelí-. Tú que vivirás eres más digno <strong>de</strong><br />

lástima que ella, <strong>de</strong>stinada a morir.<br />

-No me lo digas, no me lo digas -gritó Sarmiento incorporando su busto por un<br />

movimiento rapidísimo <strong>de</strong> sus remos <strong>de</strong>lanteros-. No me lo digas porque te mato,<br />

infame fraile, porque te <strong>de</strong>voro.<br />

-Eres un pobre <strong>de</strong>mente.

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