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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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a emblanquecer, y una piel bronca; las mandíbulas, así como la parte inferior <strong>de</strong> la cara,<br />

muy pronunciadas; la cabeza cabelluda y no como la <strong>de</strong> Napoleón, sino piriforme y<br />

amelonada a lo guerrillero. No carecía <strong>de</strong> cierta zandunga (5) su especial modo <strong>de</strong><br />

sonreír, y su hablar era como su estilo, conciso y claro, si bien no muy elegante; pero si<br />

no escribía como Julio César, solía guerrear como él.<br />

No le educaron sus mayores sino los menores <strong>de</strong> su familia, y tuvo por maestro a su<br />

sobrino, un seminarista calaverón que empezó su carrera persiguiendo franceses y la<br />

acabó fusilado en América. Se hizo general como otros muchos, y con mejores motivos<br />

que la mayor parte, educándose en la guerra <strong>de</strong> la In<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, sirviendo bien y con<br />

lealtad, ganando cada grado con veinte batallas y <strong>de</strong>fendiendo una i<strong>de</strong>a política con<br />

perseverancia y buena fe. Su <strong>de</strong>streza militar era extraordinaria, y fue sin disputa el<br />

primero entre los caudillos <strong>de</strong> partidas, pues tenía la osadía <strong>de</strong> Merino, el brutal arrojo<br />

<strong>de</strong>l Empecinado, la astucia <strong>de</strong> Albuín y la ligereza <strong>de</strong>l Royo. Sus cruelda<strong>de</strong>s, <strong>de</strong> que<br />

tanto se ha hablado, no salían, como las <strong>de</strong> Rotten, <strong>de</strong> las perversida<strong>de</strong>s [64] <strong>de</strong> un<br />

corazón duro, sino <strong>de</strong> los cálculos <strong>de</strong> su activo cerebro, y constituían un plan como<br />

cualquier otro plan <strong>de</strong> guerra. Supo hacerse amar <strong>de</strong> los suyos hasta el <strong>de</strong>lirio, y también<br />

sojuzgar a los que se le rebelaron como el Malcarado.<br />

Poseía el genio navarro en toda su gran<strong>de</strong>za, siendo guerrero en cuerpo y alma, no<br />

muy amante <strong>de</strong> la disciplina, caminante audaz, cazador <strong>de</strong> hombres, enemigo <strong>de</strong> la<br />

lisonja, valiente por amor a la gloria, terco y caprichudo en los combates. Ganó batallas<br />

que equivalían a romper una muralla con la cabeza, y fueron obras maestras <strong>de</strong> la<br />

terquedad, que a veces sustituye al genio. En sus cruelda<strong>de</strong>s jamás cometió viles<br />

represalias, ni se ensañó, como otros, en criaturas débiles. Peleando contra<br />

Zumalacárregui, ambos caudillos cambiaron cartas muy tiernas a propósito <strong>de</strong> una niña<br />

<strong>de</strong> quince meses que el guipuzcoano tenía en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l navarro. Fuera <strong>de</strong> la guerra, era<br />

hombre cortés y fino, <strong>de</strong>smintiendo así la humildad <strong>de</strong> su origen, al contrario <strong>de</strong> otros<br />

muchos, como D. Juan Martín, por ejemplo, que, aun siendo general, nunca <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> ser<br />

carbonero.<br />

Salvador Monsalud había conocido a Mina en 1813, durante la conspiración, y<br />

<strong>de</strong>spués en Madrid. Su amistad no era íntima, pero sí [65] cordial y sincera. Oyó el<br />

general con mucho interés el relato <strong>de</strong> las <strong>de</strong>sgracias <strong>de</strong>l pobre cautivo <strong>de</strong> San Llorens,<br />

y a cada nueva crueldad que este refería, soltaba el otro alguna enérgica invectiva contra<br />

los facciosos.<br />

-Ya tendrá usted ocasión <strong>de</strong> vengarse, si persiste en su buen propósito <strong>de</strong> ingresar en<br />

mi ejército -le dijo, estrechándole la mano-. Yo tengo aquí varias partidas <strong>de</strong><br />

contraguerrilleros, compuestas <strong>de</strong> gentes <strong>de</strong>l país y <strong>de</strong> compatriotas míos que me<br />

ayudan como pue<strong>de</strong>n. Des<strong>de</strong> luego le doy a usted el mando <strong>de</strong> una compañía; ¿acepta<br />

usted?<br />

-Acepto -repuso Salvador-. Nunca fue gran<strong>de</strong> mi afición a la carrera militar; pero<br />

ahora me seduce la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> hacer todo el daño posible a mis infames verdugos, no<br />

asesinándolos, sino venciéndolos... Este es el sentimiento <strong>de</strong> que han nacido todas las<br />

guerras. A<strong>de</strong>más yo no tengo nada que hacer en Madrid. El duque <strong>de</strong>l Parque no se<br />

acordará ya <strong>de</strong> mí y habrá puesto a otro en mi lugar. He rogado a mi madre que venda<br />

todo y se trasla<strong>de</strong> a la Puebla con mi hermana. No quiero Corte por ahora. Las

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