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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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El amigo no se convenció con estas vehementes razones; pero no queriendo volver<br />

sobre lo pasado, <strong>de</strong>jó aquel tema para tomar otro. Apremiado por Bragas, contó lo más<br />

notable <strong>de</strong> su vida durante las largas ausencias, extendiéndose mucho en los dramáticos<br />

sucesos <strong>de</strong> su expedición a Cataluña, durante la insurrección apostólica <strong>de</strong> este país.<br />

Pasmado lo oía todo el buen cortesano, y cuando su amigo llegaba a narrar un peligro<br />

extraordinario o el acometimiento <strong>de</strong> alguna aventura terrible temblaba y sudaba como<br />

si él mismo se sintiera empeñado en aquellos gran<strong>de</strong>s riesgos y compromisos; tal verdad<br />

e interés había en la relación.<br />

Ya estaba en los postres, cuando Pipaón, oído el relato <strong>de</strong>l convidado contó a su vez<br />

los chascos que él (Pipaón) y otra persona (Jenara) se habían llevado en Madrid,<br />

creyendo ver al buen amigo en cada uno <strong>de</strong> los individuos que sucesivamente iba<br />

<strong>de</strong>teniendo [275] la policía por creerlos emisarios <strong>de</strong> Mina o Valdés.<br />

-Como no recibíamos cartas tuyas -dijo-, y en tanto los emigrados se agitaban en<br />

París y en Londres, siempre que teníamos noticia <strong>de</strong> la llegada misteriosa <strong>de</strong> algún<br />

conspirador, creíamos que eras tú. En Gracia y Justicia me enteraba yo <strong>de</strong> los soplos <strong>de</strong><br />

la policía, y... francamente, como siempre tuviste afición a zurcir volunta<strong>de</strong>s <strong>de</strong><br />

revolucionarios y preparar sediciones... no levantaban una pieza los buenos po<strong>de</strong>ncos <strong>de</strong><br />

la Superinten<strong>de</strong>ncia, sin que Jenara y yo dijéramos: «él es». Cuando Espronceda vino y<br />

se escondió por unas horas en la Trinidad, creímos que eras tú. ¿Llegó un tipo, un no sé<br />

quién y estuvo tres días en la botica <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong> Hortaleza?... pues eras tú. ¿Hablose<br />

<strong>de</strong> otro que se metió en el guardamangier <strong>de</strong> Palacio y que luego resulto ser un<br />

choricero perseguido por haber dado unos palos?... pues tú. ¿Súpose por los serenos que<br />

un hombre encopetado había entrado a <strong>de</strong>shora varias noches en casa <strong>de</strong> Olózaga?...<br />

pues tú. Pero el más gracioso engaño <strong>de</strong> todos es el que pa<strong>de</strong>ció nuestra paisanita<br />

durante la prisión <strong>de</strong> Olózaga, engaño en el cual no he tenido parte ni responsabilidad.<br />

Ella sobornó carceleros y compró mequetrefes <strong>de</strong> cárcel <strong>de</strong> esos que [276] traen y llevan<br />

recados. Esta gente sirve bien, como an<strong>de</strong>n las onzas por medio, y lo prueba la evasión<br />

<strong>de</strong> Olózaga. Pues bien. En el torreón <strong>de</strong> la Villa había un preso a quien daban el nombre<br />

<strong>de</strong> Escoriaza, el cual unas veces atribuía su encerramiento a cosas <strong>de</strong> mujeres, y otras a<br />

tramas políticas. Intrigando para salvar a Olózaga, nuestra amiga, cuyo corazón es tan<br />

gran<strong>de</strong> como su entendimiento, se interesaba por el misterioso Escoriaza, creyendo... no<br />

podía faltar la muletilla... creyendo que eras tú. Él recibió recados y dineros,<br />

comprendió que había un engaño y lo sostuvo hábilmente. En fin, querido, a la postre<br />

resultó ser ese raterillo a quien llaman Can<strong>de</strong>las, que si Dios no lo remedia, pasará a la<br />

posteridad por sus hazañas. Mira, Salvador, cuando lo supe, estuve riéndome dos<br />

horas... Por último, al cabo <strong>de</strong> tantas equivocaciones vino la verdad, y la sin par<br />

Generosa, que te buscaba en todas partes, te encontró <strong>de</strong> improviso en su propia casa, en<br />

casa <strong>de</strong> D. Felicísimo. Y fue <strong>de</strong> la manera más inesperada y más teatral. Un día vio<br />

sobre la mesa <strong>de</strong> Carnicero una carta para D. Jaime Servet, nombre que usaste en<br />

Cataluña, según nos dijo el marqués <strong>de</strong> Falfán <strong>de</strong> los Godos, que te encontró en<br />

Canfranc cuando volvías sano y salvo a Francia. Al punto Jenara... ya sabes que es un<br />

fuego [277] vivo <strong>de</strong> actividad y <strong>de</strong> impaciencia... corrió a la posada <strong>de</strong>l Dragón... ¡Qué<br />

<strong>de</strong>sgracia!, no estabas... Pasaron días. La carta para ti volvió a la mesa <strong>de</strong> D. Felicísimo<br />

don<strong>de</strong> ha estado dos meses esperándote. Pero ayer nuestra amiga sintió una voz en el<br />

<strong>de</strong>spacho <strong>de</strong> Carnicero; ella y Micaela se acercaron, entreabrieron la puerta, miraron...<br />

Eras tú, tú mismo, real, verda<strong>de</strong>ro, efectivo. Jenara se <strong>de</strong>smayó en el pasillo y Micaela y<br />

yo la llevamos a su cuarto, don<strong>de</strong> sin más medicina que un vasito <strong>de</strong> agua, volvió en sí y<br />

<strong>de</strong> repente me dijo entre riendo y llorando: «Ha engrosado bastante ese badulaque...». Y

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