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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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verdad; pero no quiero oírlo... Demasiado me atruena la tempestad que zumba en mis<br />

oídos... Hay un medio <strong>de</strong> cortar este mal, señora -añadió suspendiendo su obra y<br />

mirando a la monja con fijeza y una especie <strong>de</strong> éxtasis <strong>de</strong>leitoso, que le hacía poner los<br />

ojos en blanco-; hay un medio. Usted que es tan santa, usted que conseguirá <strong>de</strong> Dios<br />

cuanto le pida, pídale que le arranque esa soberana hermosura, que le apague la luz <strong>de</strong><br />

esos ojos divinos, que le quite esa gracia y ese encanto hechicero prestado por los<br />

ángeles <strong>de</strong>l cielo, que le prive <strong>de</strong> ese noble continente y <strong>de</strong> ese modo <strong>de</strong> mirar, el cual<br />

parece que va repartiendo dones don<strong>de</strong> [122] quiera que vuelve los ojos, pídale usted<br />

esto, y entonces... no entonces tampoco <strong>de</strong>jaré <strong>de</strong> quererla, tampoco entonces.<br />

Sor Teodora volvió el rostro. Creía sentirse estrangulada por una serpiente que se<br />

enroscaba en su cuello.<br />

-Este miserable no tiene salvación -pensó-. Abandonémosle.<br />

Y dio algunos pasos para alejarse.<br />

-Señora -gritó Tilín lleno <strong>de</strong> <strong>de</strong>specho- nos veremos, nos veremos cuando usted<br />

menos lo piense.<br />

Esta audaz <strong>de</strong>spedida, que era una amenaza, <strong>de</strong>spertó tal cólera en el ánimo <strong>de</strong> la <strong>de</strong><br />

Aransis, que se volvió y dijo:<br />

-¿Pues qué, menguado y vil hombrecillo, todavía esperas que he <strong>de</strong> tolerar una vez<br />

más tus groserías? Yo te juro que es hoy el último día que pondrás los pies en esta casa.<br />

-Eso dicen, señora. Ya me ha mandado la madre aba<strong>de</strong>sa que no vuelva más, porque<br />

el capellán se ha quejado <strong>de</strong> mis entradas aquí.<br />

-¿Lo ves, lo ves, execrable víbora?<br />

-Sí; ya me han prohibido la entrada, y en cuanto clave esta puerta adiós para siempre<br />

San Salomó, mi querido San Salomó, don<strong>de</strong> está mi vida toda... Pero volveré, señora, yo<br />

juro a usted que me verá cuando y don<strong>de</strong> menos lo piense. Esto no se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>jar. [123]<br />

La monja sintió que su terror se aumentaba. La imagen <strong>de</strong>testable <strong>de</strong> Tilín se le<br />

representó lo mismo que el terrible individuo que está a los pies <strong>de</strong> San Miguel.<br />

-Volveré -repitió Tilín levantándose y recogiendo las herramientas-. Hasta luego,<br />

señora... No se digna mirar al pobre con<strong>de</strong>nado. Señora...<br />

La monja se alejaba rápidamente. Huía como se huye <strong>de</strong>l monstruo más horrendo.<br />

-Sí... me con<strong>de</strong>naré... -murmuró Tilín-. Ya estoy con<strong>de</strong>nado... Sí, ya lo estoy; si ya<br />

no puedo salvarme.<br />

El sacristán guerrero estaba tan absorto en sus pensamientos que no vio a la madre<br />

aba<strong>de</strong>sa que hacia él venía.

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