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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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-Como si lo fuera. He dado mi palabra.<br />

-En Madrid me dijeron eso, como una sospecha. Yo creí que era falso.<br />

-Es cierto -dijo Sola que, recobrándose con gran esfuerzo, luchaba con sus lágrimas<br />

para que no salieran-. Si no hubieran ocurrido ciertos entorpecimientos, ya estaría<br />

casada con el mejor <strong>de</strong> los hombres.<br />

A Salvador tocó entonces el mor<strong>de</strong>rse el labio y la coyuntura <strong>de</strong>l índice <strong>de</strong> su mano<br />

[294] <strong>de</strong>recha. Sola invocó mentalmente a Dios, tomó fuerzas <strong>de</strong> su valeroso espíritu y<br />

<strong>de</strong> la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ber que era siempre su confortante más po<strong>de</strong>roso, y quiso dominar la<br />

situación haciendo el panegírico <strong>de</strong> su futuro esposo.<br />

-Hay un hombre -dijo-, a quien <strong>de</strong>bo la vida, <strong>de</strong> quien he sido hija cuando no tenía<br />

padre ni hermano. Siente por mí un respeto que yo no merezco y un cariño que no podré<br />

pagar con cien vidas mías. Cuantos miramientos, cuantas atenciones se puedan tener<br />

con una persona amada, ha tenido él para mí. Yo he pedido a Dios que me diera algo<br />

con que po<strong>de</strong>r pagar beneficios tan gran<strong>de</strong>s, y Dios ha puesto en mi corazón lo que me<br />

hacía falta. Ese hombre ha querido tener casas, tierras, criados para que yo fuera señora<br />

<strong>de</strong> todo, y él mío por toda la vida.<br />

Salvador miró por la ventana los árboles, la <strong>de</strong>liciosa paz y abundancia que todo<br />

aquel conjunto rústico expresaba. Sintió el corazón oprimido <strong>de</strong> pena y lleno <strong>de</strong> la noble<br />

envidia que infun<strong>de</strong> el bien no merecido. En la ventana que frente a él estaba, un<br />

arbolillo agitado por el viento tocaba con sus ramas los vidrios. Varias veces durante el<br />

curso <strong>de</strong>l diálogo prece<strong>de</strong>nte, Salvador había mirado allí creyendo que alguien llamaba<br />

en los vidrios. Ya llegado el momento <strong>de</strong> su <strong>de</strong>sengaño, miró [295] la rama y viendo<br />

que daba más fuerte, murmuró: «Ya me voy, ya me voy».<br />

Volviéndose otra vez a Sola, le dijo:<br />

-Me has hablado en un lenguaje que no admite réplica. No <strong>de</strong>bo quejarme, pues he<br />

venido tar<strong>de</strong>, y habiendo tenido el bien en mi mano durante mucho tiempo, lo he soltado<br />

para seguir locamente un camino <strong>de</strong> aventuras. Pero algo me disculparán mi <strong>de</strong>sgracia,<br />

mi <strong>de</strong>stierro y también mi pobreza, causa <strong>de</strong> que antes no te propusiera lo que ahora te<br />

propongo. Aquí me tienes razonable, con esperanzas <strong>de</strong> ser rico, y a pesar <strong>de</strong> tales<br />

ventajas, más <strong>de</strong>sgraciado y más solo que antes.<br />

Animada por el pequeño triunfo que había obtenido en su espíritu, Sola quiso ir más<br />

allá, quiso hacer un alar<strong>de</strong> <strong>de</strong> valentía diciendo a su amigo: ya encontrarás otra con<br />

quien casarte; pero cuando iba a pronunciar la primera sílaba <strong>de</strong> esta frase triste no tuvo<br />

ánimos para ello y fue vencida por su congoja. No dijo nada.<br />

-Yo quería -dijo Salvador, no <strong>de</strong>sesperanzado todavía- que meditaras...<br />

Sola que vio un abismo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> sí, quiso hacer lo que vulgarmente se llama cortar<br />

por lo sano.<br />

-No hables <strong>de</strong> eso... -dijo-. No pue<strong>de</strong> ser... Figúrate que no existo. [296]

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