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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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sacrificio, el cruento martirio, los lauros, la inmortalidad; pero vendrán en oportuna<br />

sazón y cuando suene la hora. A cada sublime momento <strong>de</strong> la historia le suena su hora,<br />

y entonces no hay más que <strong>de</strong>cir... He aquí que Dios me <strong>de</strong>para un medio <strong>de</strong><br />

correspon<strong>de</strong>r a las bonda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> [103] ese mi ángel tutelar. (Al <strong>de</strong>cir esto se frotaba las<br />

manos en señal <strong>de</strong> gozo). Es evi<strong>de</strong>nte que yo no tengo ningún bien mundano que<br />

<strong>de</strong>jarle, pues carezco <strong>de</strong> fincas y <strong>de</strong> dinero, como no sea el que ella misma me da.<br />

¿Quiere <strong>de</strong>cir esto que no pueda legarle algo? No... le <strong>de</strong>jaré un tesoro que vale más que<br />

todas las fincas y caudales, un tesoro que es para beneficio <strong>de</strong>l espíritu, no <strong>de</strong>l cuerpo; le<br />

<strong>de</strong>jo, pues, mi gloria, y así cuando la vean, dirán: «Esa es la compañera <strong>de</strong>l gran<br />

Sarmiento, esa es su hija adoptiva, la que le socorrió en sus últimos días. ¡Loor eterno a<br />

la muchacha!».<br />

Como se ve, el patriota no estaba curado, pero su enfermedad ofrecía menos peligro,<br />

por haber entrado en un período que podremos llamar médicamente <strong>de</strong> revulsión. El<br />

cariño que Sarmiento había tomado a su favorecedora era síntoma muy favorable, y<br />

bien podía verse en aquello más que la extirpación <strong>de</strong>l fanatismo, una nueva dirección<br />

<strong>de</strong> él. No mentía el infeliz al <strong>de</strong>cir que era todo corazón. Capaz era este <strong>de</strong> los<br />

sentimientos más <strong>de</strong>licados, así como <strong>de</strong> los más ardientes; bastaba que las misteriosas<br />

corrientes <strong>de</strong> la vida consumasen su obra, llevando, como las <strong>de</strong>l cielo, la tempestad a<br />

otra región y zona distinta; pero el pensamiento no podía obe<strong>de</strong>cer [104] a este cambio,<br />

porque había en la máquina <strong>de</strong>l cerebro Sarmentil una clavija rota que no podía y quizás<br />

no <strong>de</strong>bía componerse nunca.<br />

También Sola había tomado mucho cariño al <strong>de</strong>svalido anciano. Le recogió por<br />

caridad; propúsose realizar sin ayuda <strong>de</strong> nadie uno <strong>de</strong> esos admirables actos <strong>de</strong> la<br />

voluntad, tanto más meritorios cuanto son más oscuros, y sofocando resentimientos<br />

antiguos, indignos <strong>de</strong> la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> su alma, consumó valerosamente su obra bendita,<br />

digna <strong>de</strong> figurar en el Flos Sanctorum. Con el tiempo encendiose en su pecho un vivo<br />

afecto hacia el mendigo abandonado, y esto, unido a los dulces placeres que trae<br />

consigo el amar, fue el más digno premio <strong>de</strong> su noble acción. Llegó a acostumbrarse <strong>de</strong><br />

tal modo a la compañía <strong>de</strong>l patriota vagabundo, que la habría echado muy <strong>de</strong> menos si<br />

en cualquiera ocasión le faltara.<br />

Un día Sarmiento le dijo:<br />

-Querida Sola, hoy voy a pedirte un favor que creo no me has <strong>de</strong> negar... Es un<br />

caprichillo <strong>de</strong> anciano mimoso, un antojillo <strong>de</strong> abuelo... Si me lo niegas por cualquier<br />

pretexto, no me enfadaré, pero me pondré muy triste.<br />

-¿Qué es?<br />

-Que me permitas darte un beso, hija mía. Hace muchos días que estoy bregando con<br />

esta [105] i<strong>de</strong>a en la imaginación. Ya no puedo esperar más.<br />

Soledad corrió hacia él, y D. Patricio la tuvo largo rato sobre las rodillas<br />

prodigándole tiernas caricias.<br />

-Por vida <strong>de</strong> la grandísima Chilindraina, niña <strong>de</strong> mi corazón -exclamó hecho un mar<br />

<strong>de</strong> lágrimas-, si ahora me separan <strong>de</strong> ti, juro que me moriría <strong>de</strong> pena. ¡Bendita seas tú

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