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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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Cosas podría <strong>de</strong>cirte que te <strong>de</strong>jarían pasmado; pero ya sabes... no se dan gratis los<br />

secretos como los buenos días. Venga tu voluntad y abriré el pico.<br />

-Es que no puedo dar mi voluntad no conociendo a quién la doy ni por qué la doy.<br />

Aviraneta insistió en que su pensamiento era unir a los liberales para preparar una<br />

acción común; pero esto, si no encerraba una intención distinta, era <strong>de</strong> lo más inocente<br />

que se podía ocurrir por aquellos días a hombre nacido, y Aviraneta, justo es <strong>de</strong>cirlo,<br />

tenía <strong>de</strong> todo menos <strong>de</strong> espíritu puro. Por más que el guipuzcoano se diera aires <strong>de</strong><br />

inventor <strong>de</strong> aquel plan sapientísimo, se podía jurar que sólo era instrumento <strong>de</strong> una<br />

voluntad superior, maquinilla engrasada por el oro y movida por una mano misteriosa.<br />

Sobre esto no quiso <strong>de</strong>cir una sola palabra que no fuese la misma confusión; pero<br />

Monsalud, que era listísimo y a<strong>de</strong>más tenía la experiencia <strong>de</strong> aquellos líos, supo sacar la<br />

verdad <strong>de</strong> entre tanta mentira. Su creencia era que D. Eugenio había recibido <strong>de</strong> altas<br />

regiones la misión <strong>de</strong> <strong>de</strong>sunir a los liberales y enzarzarlos en disputas sin fin; pero no<br />

podía fácilmente averiguarse si el impulso partía <strong>de</strong>l cuarto <strong>de</strong> María Cristina o <strong>de</strong>l<br />

gabinete ministerial <strong>de</strong> Zea Bermú<strong>de</strong>z. Salvador hizo una y otra pregunta caprichosa<br />

para coger por sorpresa el principal secreto <strong>de</strong> su amigo; mas este era tan diestro en<br />

aquellas artes, que evadió los lazos con extremada gracia.<br />

Este señor Aviraneta fue el que <strong>de</strong>spués adquirió celebridad fingiéndose [289]<br />

carlista para penetrar en los círculos más familiares <strong>de</strong> la gente facciosa y enredarla en<br />

intrigas mil, sembrando entre ella discordias, sospechas y recelos, hasta que precipitó la<br />

<strong>de</strong>fección <strong>de</strong> Maroto, preparando el convenio <strong>de</strong> Vergara y la ruina <strong>de</strong> las facciones.<br />

Admirablemente dotado para estas empresas, era aquel hombre un colosal genio <strong>de</strong> la<br />

intriga y un histrión inimitable para el gigantesco escenario <strong>de</strong> los partidos. Las<br />

circunstancias y el tiempo hiciéronle un gran intrigante; otra época y otro lugar hubieran<br />

hecho <strong>de</strong> él quizás el primer diplomático <strong>de</strong>l siglo. Ya <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1829 venía metido en<br />

oscuros enredos y misteriosos trabajos, y por lo general su maquinación era doble, su<br />

juego combinado. Probablemente en la época <strong>de</strong> este encuentro que con él tenemos,<br />

durante el invierno <strong>de</strong> 1833, las incomprensibles diabluras <strong>de</strong> este juglar político<br />

constituían también una labor fina y doble, es <strong>de</strong>cir, revolver los partidos en provecho<br />

<strong>de</strong>l ministerio y ven<strong>de</strong>r el ministerio a los partidos.<br />

La fundación <strong>de</strong> la sociedad isabelina servíale <strong>de</strong> pretexto para entrar en tratos con<br />

gente diversa, con cándidos patriotas o políticos ladinos, poniéndose también en<br />

relación con militares bullangueros; y así, hablando <strong>de</strong>l bueno <strong>de</strong>l Sr. Rufete, dijo a<br />

Salvador:<br />

-Este infeliz ayacucho es una alhaja que no se paga con dinero. Él se presta<br />

<strong>de</strong>sinteresadamente a entusiasmarse y a entusiasmar a un centenar <strong>de</strong> oficiales como él.<br />

Se morirá <strong>de</strong> hambre antes <strong>de</strong> cobrar un céntimo por sus servicios secretos al Sistema, y<br />

se <strong>de</strong>jará fusilar antes que hacer revelaciones que comprometan a la sociedad. Es un<br />

prodigio <strong>de</strong> inocencia y <strong>de</strong> lealtad. El pobre Rufete trabaja como un negro, y se pasa la<br />

vida haciendo listas <strong>de</strong> sospechosos, listas <strong>de</strong> traidores, listas <strong>de</strong> tibios y listas <strong>de</strong><br />

calientes. En su compañía pasa por un Séneca empalmado en un Catón. Los sargentos lo<br />

adoran y son capaces <strong>de</strong> meterse con él en un horno encendido, si les dicen que es<br />

preciso salvar <strong>de</strong>l fuego el precioso código. ¡Oh! amigo, respetemos y admiremos la<br />

buena fe y la valentía <strong>de</strong> esta gente. ¡Si en todas las clases sociales se encontraran<br />

muchos Rufetes!... Pero hay tanta canalla indomesticable <strong>de</strong> esa que no sirve sino para

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