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16 a 20 - Weblog de Francesc Martínez Mateo

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D. Patricio sintió en aquel momento que un rayo frío corría por todo su cuerpo <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

el [342] cabello hasta los pies, y por primera vez <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su entrada en la fúnebre capilla<br />

sintió que su magnánimo corazón se arrugaba y comprimía.<br />

-Sí, sí, perdono, perdono a todo el mundo -balbució el reo, fijando otra vez toda su<br />

atención en los ladrillos <strong>de</strong>l piso-. Vamos ya... ¿No es hora <strong>de</strong> ir?<br />

Pero su ánimo, rápidamente abatido, forcejeó iracundo en las tinieblas y se levantó.<br />

Fue como si se hubiera dado un latigazo. La dosis <strong>de</strong> energía que <strong>de</strong>splegara en aquel<br />

momento era tal, que sólo estando muerta hubiera <strong>de</strong>jado la mísera carne <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r a<br />

ella. Tenía Sarmiento entre las manos su pañuelo y apretando los <strong>de</strong>dos fuertemente<br />

sobre él, y separando las manos lo partió en dos pedazos sin rasgarlo. Cerrando los ojos<br />

murmuraba:<br />

-¡Cayo Graco!... ¡Lucas!... ¡Dios que diste la libertad al mundo...!<br />

El verdugo mostró un saco negro. Era la hopa que se pone a los con<strong>de</strong>nados para<br />

hacer más irrisorio y horriblemente burlesco el crimen <strong>de</strong> la pena <strong>de</strong> muerte. Cuando el<br />

<strong>de</strong>lito era <strong>de</strong> alta traición la hopa era amarilla y encarnada. La <strong>de</strong> Sarmiento era negra.<br />

Completaba el ajuar un gorro también negro.<br />

-Venga la túnica -dijo preparándose a ponérsela-. Reputo el saco como una vestidura<br />

[343] <strong>de</strong> gala y el gorro como una corona <strong>de</strong> laurel (9) .<br />

Después le ataron las manos y le pusieron un cor<strong>de</strong>l a la cintura, a cuyas operaciones<br />

no hizo resistencia, antes bien, se prestó a ellas con cierta gallardía. Incapacitados los<br />

movimientos <strong>de</strong> sus brazos, llamó a Sola y le dijo:<br />

-Hija mía, ven a abrazar por última vez a tu viejecillo bobo.<br />

La huérfana lo estrechó en sus brazos, y regó con sus lágrimas el cuello <strong>de</strong>l anciano.<br />

-¿A qué vienen esos lloros? -dijo este sofocando su emoción-. Hija <strong>de</strong> mi alma, nos<br />

veremos en la gloria, a don<strong>de</strong> yo he tenido la suerte <strong>de</strong> ir antes que tú. De mi<br />

imperece<strong>de</strong>ra fama en el mundo, tú sola, tú serás única here<strong>de</strong>ra, porque me asististe y<br />

amparaste en mis últimos días. Tu nombre, como el mío, pasará <strong>de</strong> generación en<br />

generación... No llores; llena tu alma <strong>de</strong> alegría, como lo está la mía. Hoy es día <strong>de</strong><br />

triunfo; esto no es muerte, es vida. El torpe lenguaje <strong>de</strong> los hombres ha alterado el<br />

sentido <strong>de</strong> todas las cosas. Yo siento [344] que penetra en mí la respiración <strong>de</strong> los<br />

ángeles invisibles que están a mi lado, prontos a llevarme a la morada celestial... es<br />

como un fresco <strong>de</strong>licioso... como un aroma <strong>de</strong>licado... Adiós... hasta luego, hija mía...<br />

no olvi<strong>de</strong>s mis dos recomendaciones, ¿oyes? Vete con ese hombre... ¿oyes?... los<br />

apuntes... Adiós, mi glorioso <strong>de</strong>stino se cumple... ¡Viva yo! ¡Viva Patricio Sarmiento!<br />

Desprendieron a Sola <strong>de</strong> sus brazos; tomola en los suyos el alcai<strong>de</strong> para prestarle<br />

algún socorro, y D. Patricio salió <strong>de</strong> la capilla con paso seguro.<br />

El padre Alelí le ató un Crucifijo en las manos y Salmón quiso ponerle también una<br />

estampa <strong>de</strong> la Virgen; pero opúsose a ello el reo diciendo:

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